Javier
Aguirre
fue
uno
de
los
grandes
protagonistas
del
pasado
fin
de
semana.
El
seleccionador
mexicano,
al
que
se
echa
de
menos
en
LaLiga,
recibió
el
impacto
de
una
lata
de
cerveza
en
su
cabeza
justo
después
de
que
el
árbitro
señalara
el
final
del
partido
en
el
Honduras-México
de
la
CONCACAF
Nations
League.
La
imagen
desconcertó.
Pero
sorprendió
más
si
cabe
ver
al
técnico
caminando
con
media
cara
ensangrentada,
saludando
al
cuerpo
téc
Esa
fue
su
reacción.
Y
está
bien,
claro.
Ahora
bien,
no
queramos
hacer
ver
que
reaccionar
de
otra
manera
es
reprobable.
Las
redes
se
han
llenado
de
comparaciones
entre
lo
que
hizo
Aguirre
y
lo
que
han
hecho
otros
jugadores
o
entrenadores
en
situaciones
iguales
o
menos
graves
-no
daremos
nombres,
pero
el
lector
puede
hacerse
una
idea
de
por
dónde
iban
los
tiros
de
las
críticas
de
algunos
usuarios-.
Por
supuesto
que
lo
de
Aguirre
es
aplaudible,
pero
no
consideremos
que
es
negativo
que
un
futbolista
o
entrenador
se
queje
o
se
duela
cuando
le
tiren
algo
desde
la
grada,
porque
entonces
estamos
haciendo
el
juego
a
los
verdaderos
culpables
de
esto.
Alabemos
a
Aguirre
sin
entrar
en
comparaciones
y
en
discursos
peligrosos.
Señalemos
al
agresor
y
no
a
la
víctima
si
no
reacciona
como
a
nosotros
nos
gustaría.
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