Mi
primer
contacto
es
muy
famoso:
yo
entré
en
el
Teatro
Colón
y
me
puse
a
llorar”
dice
Zoe
Zeniodi,
la
directora
orquestal
griega
que
posee
más
de
40
años
de
carrera
y
que
hoy
es
la
batuta
titular
de
la
Orquesta
Filarmónica
de
Buenos
Aires,
junto
a
Beatrice
Venezi.
Zeniodi
posee
un
sentido
fuera
de
la
norma
del
candor
y
de
la
genialidad:
ha
colaborado
con
la
LA
Lyric
Opera
de
Chicago,
la
Ópera
de
Queens,
la
Ópera
de
Nueva
Zelanda,
la
Florida
Grand
Ópera,
la
Orquesta
Philharmonia,
la
Orquesta
de
París,
la
Orquesta
de
Cámara
de
París
y
la
Orquesta
de
Castilla,
entre
otras.
Ha
estado
al
frente
de
orquestas
como
la
Auckland
Philarmonia,
la
Sinfónica
de
Queensland,
la
Orquesta
Nacional
de
Colombia,
la
Filarmónica
de
Bogotá,
la
Sinfónica
de
Palm
Beach,
la
Filarmónica
de
Brno
y
la
Orquesta
Nacional
de
Vietnam.
La
lista
es
gigante
y
aún
así,
Zeniodi
cuenta
de
aquel
encuentro:
“Lo
he
contado
a
todo
el
público
del
Colón
en
mi
primer
concierto.
El
Colón
tiene
una
energía
que
es
muy
difícil
de
explicar.
Fue
muy
impresionante
la
manera
en
que
sentí
la
energía
de
un
teatro.
Ha
pasado
por
ahí
tanta
gente,
tantos
nombres,
tantos
bailarines,
tantos
directores
de
orquesta,
tantos
músicos.
Es
un
templo
de
arte
fenomenal.
Entonces,
entré
en
el
escenario
y
empecé
a
llorar
y
eso
no
ha
pasado
nunca
en
mi
vida,
en
ningún
teatro.
—¿Qué
hizo
que
se
genere
esa
sensación
en
vos?,¿qué
sospechás?
—No
era
ninguna
creación,
ni
consumo
previo
de
material
del
Colón.
Sabía,
claro,
que
el
Colón
era
un
teatro
grande.
Fue
una
sorpresa
total
para
mí
esa
emoción.
Claro
que
sabía
del
mismo,
por
mi
trabajo,
por
ser
griega,
porque
María
Callas
cantó
ahí,
sabía
de
la
grandeza
del
lugar.
Pero
no
tenía
ninguna
relación
antes
de
mi
primer
concierto,
cuando
me
invitó
por
primera
vez
la
Orquesta
Filarmónica
de
Buenos
Aires.
Estaba
en
el
hotel
enfrente,
y
lo
veía.
Pero
nunca
sospeché
que
iba
a
sentir
esa
sensación,
sentía
que
me
hablaban
las
butacas.
No
son
metafísica
o
nada.
Lo
digo
de
verdad.
Sentí
toda
la
energía,
todo
el
aura
de
la
historia
del
Colón.
Me
enamoré
apenas
pusé
un
pie
en
el
Colón.
Era
tan
grande
la
sensación.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
—¿Qué
te
conmueve
de
tu
trabajo
como
directora
de
orquesta?
—La
sensación
de
sentirme
viva,
sensación
de
inspiración
y
conexión
que
me
da
el
contacto
con
la
música.
Me
siento
muy
afortunada
que
ésta
sea
mi
vida,
que
mi
vida
es
arte.
Y
no
porque
es
algo
bello,
si
no
porque
es
algo
importante.
Es
algo
que
te
concentra,
que
por
supuesto
es
bello,
pero
que
es
muy
importante
para
uno
y
también
para
el
público.
Cuando
me
siento
sola
a
estudiar
con
una
partitura,
me
siento
muy
especial.
entre
un
mundo
que
es
mío
y
el
compositor,
y
los
músicos;
puedo
crear
la
música,
puedo
crear
la
sensación
de
música,
puedo
escucharla,
puedo
ver
su
forma
y
su
arquitectura,
y
los
colores.
Todo
está
dentro
de
mi
cabeza
y
de
mi
cuerpo:
eso
es
algo
del
director,
que
es
algo
muy
holístico,
porque
usas
el
cuerpo,
el
alma
si
existe
y
el
cerebro.
Poder
analizar,
y
después
de
analizar,y
después
ponerlo
todo
junto
para
crear
la
obra
con
una
interpretación
que
estará
siempre
lo
más
cerca
posible
del
compositor.
Este
mundo
en
soledad
es
fenomenal.
—¿Qué
cambia
cuando
eso
sale
al
mundo?
—El
contacto
con
los
seres
humanos,
con
esa
energía
que
va
y
viene:
lo
importante
es
crear
un
tiempo
y
un
espacio,
para
los
músicos,
pero
también
para
el
público.
Siempre
elevar
el
nivel
de
la
música
que
tocamos:
ser
libres
en
su
trabajo,
poder
expresar
todo
lo
que
sienten
con
libertad
y
con
la
dirección
y
la
misma
libertad
que
el
director
puede
hacer.
Para
hacer
arte
en
un
nivel
altísimo.
Disfruto
este
contacto
con
la
gente
y
poder
crear
todos
juntos.
Entender
la
música,
ser
capaz
de
escuchar
una
bella
línea
de
flauta,
algo
natural
dentro
de
la
sinfonía:
es
importante
poder
aceptar
este
sonido
y
después
crear
la
obra,
todos
juntos.
El
trabajo
de
un
director
es
compartir
la
música,
compartir
el
arte
todos
juntos.
Es
para
mí
una
de
las
cosas
más
importantes.
Eso
es
lo
que
disfruto
y
quiero
seguir.
—¿Es
difícil
llegar
a
la
honestidad?
—Para
mí
no
es
difícil.
Pero
sí
veo
que
en
el
mundo
del
arte
en
este
momento,
en
la
industria
del
arte
en
este
momento,
todo
va
mucho
dentro
de
las
redes
sociales,
de
la
fuerza
de
la
imágenes
para
hacerse
presente
en
su
trabajo.
En
el
momento
en
que
alguien
hace
su
trabajo
de
verdad,
debe
ser
honesto,
y
eso
se
ve
muy
rápido.
Es
como
estar
en
una
góndola
de
mercado:
te
das
cuenta
si
algo
no
funciona
bien.
Todos
saben
si
alguien
es
honesto
o
no
en
el
arte,
porque
la
música
es
tan
grande,
que
quita
todos
los
filtras:
quedas
desnudo,
estás
en
el
centro
de
tu
existencia.
Para
dejar
la
música
pasar
por
tu
cuerpo,
debes
tenes
un
nivel
de
honestidad
que
permita
ver
esa
libertad
a
todos.
—¿Ha
cambiado
el
público
que
hoy
asiste
a
la
música
académica
durante
tu
carrera?
—Todos
hablan
de
problemas
de
público,
y
problemas
sobre
cómo
el
público
joven
no
viene
a
conciertos.
La
música
clásica
ha
demostrado
que
todavía
está
viva
después
de
500
años.
Estamos
hablando
de
formas
de
música
que
vamos
a
perder,
formas
que
no
vivirán
o
han
vivido
más
que
algunas
décadas.
Lo
clásico
está
vivo,
porque
todavía
suena.
El
público
ha
cambiado
un
poco,
porque
hoy
son
otros
los
consumos,
consumos
más
rápidos,
todos
necesitan
hacer
cosas
rápidas.
Todos
quieren
fragmentos,
trozos,
cosas
pequeñas.
Eso
está
bien,
es
esta
época.
Pero
necesitamos
entender
que
hay
historias
largas,
que
no
hemos
llegado
aquí
con
una
autonomía.
Y
eso
aparece
enseguida
con
el
público,
no
es
necesario
hacer
pop
(por
supuesto
puedes
hacerlo
para
llevar
más
gente).
Lo
importante
es
ser
honesto,
que
vengan
a
ver
piezas
contemporanéas,
de
compositores
que
están
aquí
con
nosotros,
si
podemos
cambiar
el
estilo
con
el
cual
hablamos
al
público.
Podemos
explicar
porqué
estamos
aquí
y
que
estamos
haciendo.
Estar
cerca
de
la
época
es
importante,
ser
relevante.
Es
mi
meta
en
todo
lo
que
estoy
haciendo,
ser
relevante
en
la
cultura
de
la
Ciudad
de
Buenos
Aires,
compartir
el
arte
con
más
gente.
Van
a
ver
nuevos
programas,
piezas
clásicas,
vistas
de
nuevas
maneras.
—¿Qué
implica
este
nuevo
rol
en
el
Colón
y
cómo
ves
el
futuro
dentro
de
la
institución?
—Estoy
entusiasmada:
estoy
feliz,
estoy
contenta.
Primero
por
la
confianza
que
me
ha
dado
la
Orquesta
Filarmónica
de
Buenos
Aires.
Después
de
evaluarlo
tanto
tiempo,
y
la
química
entre
nosotros
era
tan
fuerte,
tan
poderosa,
que
me
ofrecieron
este
puesto.
Agradezco
mucho
la
confianza
de
Gerardo
Grieco,
de
Gabriela
Ricardes,
la
ministra
de
Cultura.
La
calidad
de
los
músicos
de
la
Orquesta
Filarmónica
es
excepcional.
Vamos
a
trabajar
con
un
muy
alto
nivel
y
la
cosa
más
importante
para
mí
es
hacer
esta
orquesta
excepcional,
todavía
más.
Pero
también
queremos
que
salga
a
la
Ciudad,
que
vaya
a
lugares
diferentes.
Elevar
el
nivel,
tener
excelencia
artística,
convocar
a
los
mejores
músicos,
ésta
es
la
orquesta
más
importante
de
Argentina.
Yo
sé
qué
necesito
hacer
para
elevar
el
nivel,
pero
mi
rol
no
es
tanto
de
guía
o
líder,
si
no
dirigir
y
ser
parte
del
equipo
general
para
llevar
la
música
a
todos
lados,
queremos
ser
relevantes
para
nuestra
época,
queremos
ofrecer
cosas
a
la
Ciudad
y
a
su
cultura
a
Buenos
Aires
en
este
momento.
Además
de
nuestro
público
fiel,
quiero
invitar
a
nuestro
público
joven,
a
quienes
nunca
vinieron,
a
que
vean
esta
nueva
etapa.