
Podríamos
preguntarnos
qué
tienen
en
común
un
importante
productor
y
cineasta
como
Juan
José
Campanella,
un
destacado
infectólogo
e
investigador
científico
como
Fernando
Polack
con
Martín
Crespo,
VP
de
contenidos
de
Entretenimiento
General
para
el
Cono
Sur
y
Colombia
de
Warner
Bros
Discovery.
Desde
el
3
de
diciembre
por
Max
se
descubrirá
este
enigma
mediante
el
documental
titulado
Alamesa.
Subrayando
que
en
la
última
edición,
la
número
XIV
de
los Premios
Perfil,
Alamesa
recibió
un
galardón
como
Mejor
Aporte
en
Organizaciones
de
la
Sociedad
Civil.
No
fue
casual
la
fecha
del
lanzamiento
ya
que
se
conmemora
el
Día
Internacional
de
las
Personas
con
Discapacidad.
La
pauta
del
restaurante
Alamesa
es
que
no
hay
ni
fuego
ni
cuchillos
en
su
cocina,
los
jóvenes
no
corren
ningún
peligro
y
también
cuentan
con
un
área
de
descanso.
Es
un
proyecto
que
busca
trabajar
con
personas
neurodiversas.
—¿Cómo
se
inicia
esta
historia
de
contar
el
proceso
de
un
restaurante
ubicado
en
Las
Cañitas
(Maure
1643)
donde
sus
trabajadores
son
jóvenes
con
neurodiversidad?
JUAN
JOSÉ
CAMPANELLA:
Fernando
(Polack)
me
mandó
un
WhatsApp
cuando
estaban
promediando
la
construcción
del
restaurante
y
estaban
practicando
por
afuera
del
lugar.
Ahí
nos
conectamos
y
nos
prendimos
enseguida.
Fuimos
siguiendo
todo
el
camino
que
por
supuesto,
como
cualquier
construcción
no
terminó
cuando
estaba
planeada.
Eso
nos
dio
la
oportunidad
para
interaccionar
más
con
los
chicos,
conocer
el
sistema
y
pudimos
alterar
la
historia
completa.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
—¿Cuáles
son
las
características
de
este
documental?
J.J.C.:
Lo
definiría
como
un
documental
que
al
revés
de
la
onda
del
“True
Crime”,
donde
se
muestra
el
lado
oscuro
de
gente
aparentemente
normal,
aquí
mostramos
el
lado
luminoso
de
gente
aparentemente
no
normal.
Es
sanador:
te
hace
ver
la
vida
de
otra
manera.
Los
chicos
muestran
que
no
hay
magia,
sino
que
la
verdad
es
muy
transformadora.
—¿Cuántos
jóvenes
trabajan
hoy
y
cómo
fue
la
elección
del
chef?
FERNANDO
POLACK:
Son
cuarenta
chicos,
desde
los
que
te
toman
el
pedido,
te
traen
la
comida,
también
cocinan,
te
retiran
las
mesas,
te
cobran
y
te
acompañan
a
la
puerta.
Sólo
cerramos
los
lunes.
Desde
un
inicio
supe
que
quería
darle
al
cliente
una
garantía
de
calidad
en
la
comida.
Hablando
en
el
mundo
gastronómico
donde
conocía
muy
poca
gente
empecé
a
escuchar
y
todos
me
hablaron
de
Takehiro
Ohno,
que
viene
de
un
restaurante
tres
estrellas
Michelin
en
San
Sebastián.
Cuando
lo
llamé
por
teléfono
me
contó
que
había
trabajado
en
Japón
con
chicos
autistas.
Enseguida
aceptó
el
desafío.
Para
meterte
en
esta
aventura,
necesitás
un
equipo
de
buena
gente,
si
no
lo
podés
hacer.
—¿Por
qué
una
plataforma
incluye
este
tipo
de
documental
en
su
programación?
MARTÍN
CRESPO:
Decidimos
apoyar
al
proyecto,
ya
que
la
idea
que
tuvieron
de
crear
este
restaurante
y
contar
la
historia,
hizo
que
nos
sumáramos
como
el
espacio
para
difundirlo.
En
ese
sentido
fue
nuestro
equipo
de
desarrollo
de
documentales
que
sintió
que
nuestro
aporte
tiene
que
ver
más
con
la
discusión
y
no
tanto
con
la
creación,
porque
ya
el
documental
estaba
realizado.
Nosotros
desde
Max
tenemos
la
misión
de
divulgarlo
para
toda
Latinoamérica
y
eso
nos
pone
muy
contentos.
Tuvimos
la
suerte
de
haber
recibido
el
documental
y
tener
la
oportunidad
de
sumarnos.
—¿Estás
preparado
para
transformarte
en
asesor
a
partir
del
3
de
diciembre?
F.P.:
La
preocupación
de
casi
todos
los
padres
que
tienen
chicos
con
problemas
es
que
viven
con
la
obsesión
de
qué
va
a
ser
de
ellos,
cuando
uno
ya
no
esté.
Cuando
crecen
y
ya
no
tienen
la
estructura
simbólica
que
es
la
escuela,
surge
un
nuevo
tema
acuciante,
que
es
el
trabajo.
Hay
mucha
gente
en
el
equipo
que
tiene
una
experiencia
parecida,
desde
el
director
del
documental
(Pablo
Aulita)
hasta
quien
está
a
cargo
de
las
relaciones
institucionales
de
Max
(Alejandra
Ferrari).
—¿Cómo
un
científico
crea
para
este
mundo
gastronómico?
F.P.:
Soy
ante
todo
un
padre.
La
pregunta
es
cómo
podría
estar
dedicándome
a
hacer
un
montón
de
cosas
y
no
a
mejorar
el
futuro
de
mis
hijos.
—¿Como
director
con
tanta
experiencia
diste
alguna
indicación?
J.J.C.:
Nosotros
veníamos
trabajando
ya
desde
hace
varios
años
en
algunos
documentales
que
habíamos
hecho
para
el
Ministerio
de
Educación,
cuando
se
le
daba
a
los
grupos
crear
una
radio.
Por
lo
cual,
Pablo
(Aulita)
tenía
mucha
experiencia
desde
estos
documentales
en
meterse
en
grupos
de
chicos
y
ser
testigo
sin
llamar
la
atención,
para
que
la
gente
se
olvide
que
hay
una
cámara.
Ya
sabíamos
la
cuestión
del
documental,
donde
vas
a
recopilar
material
y
después
ves
qué
es
lo
que
tenés,
ya
que
no
partís
de
un
guión
preestablecido.
Hicimos
un
primer
corte
en
donde
el
énfasis
estaba
puesto
en
los
grandes,
en
cómo
se
hacía
todo
esto
y
había
algo
de
los
chicos,
pero
sobre
el
final
apareció
una
de
las
chicas
que
tiene
un
testimonio,
donde
relata
la
diferencia
que
había
sido
para
ella
que
le
digan
realmente
que
hacía
las
cosas
bien.
Ahí
nos
dimos
cuenta
de
que
debíamos
darlo
vuelta
y
que
los
protagonistas
son
los
chicos.
El
momento
de
la
revelación
llegó
cuando
vimos
todo
el
material.
Después
se
podría
haber
editado
de
quince
maneras
distintas,
con
la
misma
potencia
y
emoción.
—¿Los
chicos
nunca
se
sintieron
invadidos
por
las
cámaras?
F.P.:
El
equipo
estaba
inmerso
de
alguna
manera
entre
nosotros.
Siempre
pensé
que
lo
más
difícil
iba
a
ser
los
chicos.
El
día
que
hablamos
por
primera
vez
a
un
grupo
de
padres
y
dijimos
vamos
a
hacer
esto,
salí
del
lugar
y
pensé
bueno,
espero
que
los
chicos
el
primer
día
no
se
me
cuelguen
dae
las
lámparas
del
local.
Y
lo
más
fácil
fueron
ellos:
entraron
en
rol
muy
rápido,
se
hicieron
amigos
a
las
dos
o
tres
semanas.
Empezaron
a
salir
juntos.
Nunca
enfrentamos
dificultad
con
ellos,
es
el
mejor
grupo
de
empleados
que
tuve
en
mi
vida,
y
trabajé
con
miles
de
personas
en
la
vacuna
de
Pfizer.
Nunca
antes
había
tenido
un
equipo
como
este,
que
festeja
todos
los
logros
uniformemente,
un
lugar
donde
no
hay
ningún
celo,
donde
existe
una
alegría
genuina
por
el
compañero
y
por
la
satisfacción
del
cliente.
—¿Podrá
haber
más
restaurantes
en
otros
barrios?
F.P:
Posibilidad
hay
de
hacer
doscientos
millones
de
restaurantes
en
todos
los
barrios
de
Latinoamérica,
lo
que
tiene
que
haber
es
gente
dispuesta
a
hacer
lo
mismo
que
hicimos
nosotros.
Estamos
dispuestos
a
ayudar
a
decir
los
sí
y
los
no
de
lo
que
nosotros
hicimos,
a
transmitir
la
experiencia
para
contar
el
desarrollo
y
puede
ser
un
restaurant
o
una
verdulería
o
una
farmacia
o
una
heladería
o
un
supermercado
y
tantas
otras
cosas.
Pero
nadie
hace
las
cosas
por
vos
en
ningún
lugar
del
mundo,
hay
que
arremangarse
y
hacer
pero
hay
que
estar
dispuestos.
Es
una
experiencia
sensacional
y
además
es
un
cambio
de
vida,
que
es
lo
más
importante,
para
mí
como
papá
y
para
los
demás
padres.
El
documental
es
un
gran
catalizador
para
una
persona
que
tiene
un
hijo
con
discapacidad
porque
lo
que
muestra
es
que
hay
una
vida
posible,
que
no
sabías
que
era
posible.
No
te
vas
a
poner
a
llorar
de
pena,
es
emocionante
saber
que
tu
hijo
tiene
un
destino
que
vos
no
creías
que
tenía
y
eso
es
lo
más
potente.
—Primero
saldrá
en
Latinoamérica:
¿puede
dar
un
pie
para
que
vaya
a
otros
lugares?
M.C.:
Ojalá,
Latinoamérica
sea
nuestro
territorio,
pero
la
idea
es
influenciar
a
otros
mercados
como
el
de
Estados
Unidos
y
países
de
Europa
en
el
que
también
Max
está
presente.