“La épica de lo común es lo que me gusta”

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Enloquecido”
dice
Juan
José
Campanella.
Y
recién
estabámos
a
comienzos
de
diciembre.
Lo
cierto
es
que
al
momento
de
hablar
con
PERFIL
el
ganador
del
Oscar
estaba
en
pleno
ensayo
de
su
próximo
estreno
teatral,
Empieza
con
D,
siete
letras,
y
en
esos
mismo
días
daba
pasos
gigantes
en
el
trabajo
que
viene
llevando
a
cabo
con
su
100
Bares
a
la
hora
de
la
serie
animada
de
Mafalda,
el
proyecto
que
Netflix
anunció
en
2024
y
que
todavía
no
se
sabe
cuándo
verá
la
luz.
Más
allá
de
la
expresión,
Campanella
transmitía
calma.
Estaba
sentado
su
Politeama,
el
teatro
que
define
“el
sueño
de
mi
vida:
el
cine
propio”.
Allí
es
donde
el
10
de
enero
llegará
su
nueva
creación
teatral,
protagonizada
por
Eduardo
Blanco,
su
actor
siempre
elegido,
y
Fer
Metilli,
acompañados
por
Gastón
Cocchiarale.
Campanella
prepara
la
película
de
Parque
Lezama,
también
para
Netflix.
¿Qué
implica
su
nueva
obra
Empieza
con
D,
siete
letras?
Campanella:
“Para

es
la
primera
obra
nueva
original
desde
El
cuento
de
las
comadrejas,
entonces
en
ese
sentido
lo
siento
como
una
película,
un
estreno
absoluto.
A

es
una
de
esas
obras
que
me
permite
volver
al
espirítu
de
El
mismo
amor,
la
misma
lluvia,
con
comedia,
con
emoción,
con
cosas
de
vida.
A
mi
me
gusta
mucho,
la
trabajamos
mucho
con
Cecilia
Monti,
me
gusta
que
sea
un
banquete”.
¿Qué
implica
la
idea
de
“banquete”
al
hablar
de
una
historia
de
amor
entre
dos
generaciones
muy
diferentes?
Campanella:
“Hay
veces
que
uno
hace
algunas
cosas
de
género.
Una
picada,
una
parrilla,
una
pasta.
Esto
es
picada,
vermut,
entrada,
mesa
de
quesos,
más
picada,
dos
platos,
postre,
café.
Un
banquete.
Me
gusta
porque
los
actores
pasan
por
un
rango
de
emociones
y
es
algo
que
a
veces
me
da
muchas
ganas
de
buscar
en
lo
que
cuento”.

—¿Cómo
vivís
lo
que
contás
en
este
momento
de
tu
vida?

—Divido
un
poco
en
dos
las
cosas
que
hago:
las
obras
de
teatro
o
las
películas
son
como
una
sinfonía,
tienen
varios
movimientos,
tienen
varios
estilos,
llevan
mucho
más
tiempo,
son
menos,
y
en
la
tele,
cómo
se
trabaja
con
el
género,
con
el
episodio,
son
como
canciones
o
sonatas.
Me
gustan
las
dos
cosas,
incluso
como
espectador.
A
veces
no
estoy
para
una
película
llena
de
emociones
o
de
cosas,
si
no
para
una
sola
emoción:
suspenso
o
reírme.
Así
las
divido.
Y
así
se
fue
dando,
cada
cuatro
o
cinco
años,
una
película
o
una
obra,
y
en
el
medio
muchas
cosas
de
televisión
o
trabajar
para
otro,
que
a
veces
te
permite
descansar
la
cabeza
de
la
parte
de
escribir,
que
puede
ser
muy
cansadora.
Me
abre
a
otros
estilos
que
a
uno
no
se
le
ocurre.
Esto
que
hacemos
ahora
es
otra
sinfonía.

Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios

El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.

—Vuelvo
entonces:
¿qué
define
lo
que
querés
contar,
es
decir,
qué
te
lleva
a
esta
historia?

—Empezó
como
El
mismo
amor,
la
misma
lluvia.
Siempre
conté
esto:
dirigí
allá
durante
20
años,
allá
empecé
mi
carrera,
El
primer
día
de
ese
rodaje
me
dije:
esta
es
mi
voz,
acá
me
entiendo
y
lo
disfruto.
Aquel
es
mi
trabajo,
esta
es
mi
obra.
Yo
incluso
siempre
escribo
con
otra
gente,
porque
me
gusta
ese
retorno.
En
el
caso
de
El
secreto
de
sus
ojos,
el
texto
era
de
Eduardo
Sacheri.
En
este
caso
fue
Cecilia
la
que
empezó
con
esta
historia,
pero
me
encuentro
siempre
con
gente
que
piensa
de
la
misma
manera.
No
es
urgente,
eso
no.
Pero
así
es
una
necesidad.
Si
fuera
urgente
haría
una
todos
los
años,
es
tomarme
ese
tiempo
para
hacer
esa
cosa
que
me
gusta
ver
a
mi,
que
se
puede
decir
que
es
antigua,
pero
es
que
de
tan
antigua
que
es
pasa
a
ser
rara
y
original:
que
te
haga
reír
y
que
te
emocione.
Generalmente
ahora
en
televisión
hay
mucho
género.
Personajes
como
El
Pingüino,
personajes
de
la
CIA,
personajes
que
hoy
son
más
bien
perversos,
casi
universales,
son
los
que
hacen
a
las
series
hoy.
A
mi
me
gusta
hacer
eso,
hacerlo
y
consumirlo.
Pero
también
me
gusta
hablar
de
nosotros.
Todas
las
películas
que
hice,
menos
El
secreto
de
sus
ojos
quizás,
están
inspiradas
en
gente
muy
cercana,
son
cosas
muy
personales.
El
secreto…
es
la
única
inspirada
en
otro
mundo.
La
épica
del
hombre
común
es
lo
que
me
gusta,
más
urbano
que
argentino.

que
mis
cuentos
han
funcionado
así
en
París,
Madrid,
Rosario
y
muchos
otros
lugares. 

—¿Por
qué
teatro
en
este
momento
de
tu
vida?

—Al
trabajar
con
humor,
la
risa
de
una
sala
llena
es
droga.
Es
algo
que
vengo
diciendo
desde
Luna
de
Avellaneda:
es
el
sonido
más
hermoso
que
hay.
En
el
cine
ya
no
existe
la
sala
llena.
La
sala
de
cine
vacía
me
genera
crisis
más
grande
de
mi
vida.
Hace
más
de
10
años
que
no
la
veo,
y

la
veo,
la
veo
en
un
mega
evento.
Siento
que
esa
posibilidad
te
la
da
hoy
el
teatro:
tener
a
700
personas
largando
carcajadas
al
unísono.
Es
una
droga,
y
lo
es
para
es
el
espectador,
para
el
que
la
recibe,
para
mí,
para
los
actores,
para
todos
los
involucrados. 

—¿Cómo
es
intentar
contarles
a
generaciones
más
lejanas
a
consumos
que
definieron
por
ahora
lo
que
era
más
popular
a
la
hora
de
los
relatos
o
lo
audiovisual?

—Es
este
momento
es
exactamente
igual
que
todos
los
otros
momentos,
sobre
todo
en
lo
que
me
interesa
contar,
que
tiene
que
ver
con
las
relaciones,
con
amigos,
familiares,
afectos
y
las
broncas.
No
tiene
que
ver
con
el
momento
político,
local,
o
internacional,
no
tiene
que
ver
tampoco
con
las
nuevas
tendencias
a
la
hora
de
consumir
lo
audiovisual.
Hablo
de
las
nuevas
generaciones.
Bueno,
de
hecho,
de
eso

hablo
en
esta
obra.
¿Cuál
es
el
agregado
de
esta
época?
Es
una
desconexión
en
la
manera
de
vincularse,
entre
mi
generación
y
quizás
la
tuya,
ni
hablar
la
de
mis
hijos.
Acá
hay
un
encuentro
generacional
en
la
manera
de
vincularse
que
me
interesa
mucho. 

—¿Hay
algo
de
hacer
la
serie
animada
de
“Mafalda”
que
tiene
que
ver
con
hablar
con
una
nueva
generación?

—Es
un
gran
equipo,
sí,
del
cual
soy
el
showrunner.
Lo
que
tenemos
que
hacer
no
es
trasladar
las
tiras
de
Quino
a
la
animación,
sino
sintetizar
su
esencia,
tenemos
que
hacer
las
cosas
acorde
a
otros
medios.
Las
experiencias
anteriores
que
fueron
adaptar
las
tiras,
ya
pasaron
por
eso.
Fue
un
problema
de
lenguaje.
Nosotros,
nuestro
desafío
más
grande,
y
ahí
es
donde
los
herederos,
como
Guillermo
Lavado,
su
sobrino,
nos
acompañan,
es
entender
cómo
escribiría
hoy,
de
que
hablaría
Quino
hoy.
Muchos
temas
de
los
que
hablamos
estarían
presentes,
pero
obviamente
los
personajes
no
van
a
tener
Instagram,
ni
celular.
Primero,
porque
son
chiquitos,
y
porque
tienen
la
magia
de
su
universo.
Tiene
otra
dinámica,
tiene
otra
dinámica
que
la
historieta.
Este
es
el
desafío,
como
somos
muchos
los
fanáticos,
yo

que
todo
el
mundo
va
a
tener
una
opinión,
y
una
opinión
efusiva.
Yo
creo
que
hay
cosas
como
las
voces
donde
todos
tienen
algo
para
decir,
pero
hicimos
un
casting
de
más
de
mil
personas.

—¿Cómo
ves
lo
que
pasa
institucionalmente
con
la
cultura
en
Argentina?

—En
términos
instutcionales
es
muy
complejo,
hay
mucho
para
contar:
lo
dije
antes
y
lo
digo
ahora,
Argentina
no
es
para
motosierra,
es
para
bisturí.
No
quiero
hablar
de
la
película.
Está
tan
mezclado
lo
bueno
de
lo
malo,
que
es
difícil
 separar
la
maleza
del
trigo.
Si
arrasamos
con
todo,
y
sacamos
el
trigo
también,
nos
va
a
quedar
un
campo
vacío.
Eso
de
lo
institucional
es
muy
complejo,
y
hay
disciplinas
de
las
que
no

nada.
Creo
que
la
cultura
tiene
que
ver
con
la
educación,
la
educación
en
Argentina
ha
caído
y
se
nota
mucho.
Estamos
exportando
cultura
como
nunca
antes,
pero
cuando
no
se
exportaba
tanto
era
mucho
más
fuerte
para
nosotros.
El
tango
lo
hicieron
para
nosotros,
el
cine
nunca
fue
más
fuerte
que
cuando
teníamos
nuestros
cómics.
Me
gustaría
que
se
hagan
cosas
populares
y
de
calidad,
que
haya
más
Discepolos,
grandes
cómics,
grandes
dramaturgos.