
Luis
Ovsejevich
es
el
creador
de
los
Premios
Konex.
A
su
vez,
en
un
nombre
crucial
en
la
cultura
argentina
de
los
últimos
40
años,
que
ha
pisado
con
igual
entusiasmo
la
gestión
en
el
Teatro
Colón,
el
hecho
de
dar
clases
con
apenas
20
años,
representar
a
Canon
en
Argentina
y,
claro,
fundar
un
premio
que
sería
insignia,
faro
y
eco
de
los
tiempos
que
corren
(o
una
observación
sobre
lo
mismo).
¿De
dónde
le
nace
la
pasión
a
Ovsejevich,
quién
establece
que
a
los
84
años
que
los
premios
lo
hacen
“sobrevivir”?
Ovsejevich:
“Mamé
la
cultura
con
mi
mamá
y
mi
papá.
Cuando
tenía
tres
años,
había
un
piano
vertical
en
mi
casa.
Mi
mamá
era
profesora
de
piano
pero
no
ejercía,
tocaba
para
ella.
Mientras
mi
mamá
llamaba
al
ascensor,
yo
tocaba
de
memoria
lo
que
estaba
tocando
mi
mamá.
Cuando
hice
mi
autobiografía,
la
Argentina
perdió
un
pianista
de
lujo
pero
ganó
los
Premios
Konex”.
Así,
entre
sonrisa
y
camino,
el
gestor
se
encandila
en
decir
que
los
premios
lo
han
llevadoa
“conocer
gente”.
Esa
“gente”
que
menciona
Ovsejevich
implica
un
real
quién
es
quién
en
la
Ciencia
y
Tecnología,
Humanidad,
Deportes
y
otras
ternas
que
definen
el
horizonte
anual
de
los
premios.
Cuenta:
“En
estos
momentos
estoy
convocando
a
los
jurados
de
los
premios
2025,
a
la
Música
Popular.
Lo
que
me
dicen
todos,
uno
por
uno,
es
que
es
el
único
premio
en
Argentina
que
tiene
prestigio.
Mucha
gente
me
dice
que
el
único
premio
que
valoran
es
el
Premio
Kónex.
Tiene
un
valor
que
es
el
jurado,
yo
me
preocupo
en
elegir
un
jurado
y
ese
jurado
es
el
que
le
da
valor
al
premio.
Son
los
jurados
los
que
hacen
al
premio”.
Y
establece
con
claridad
una
misión
de
los
Konex:
“premiar
es
una
forma
de
educar,
de
enseñar,
de
mostrar
quienes
son
las
personas
más
importantes
de
la
Argentina”.
—¿Por
qué
crees
que
logra
ese
título
de
premio
más
importante
de
Argentina?
—Por
la
seriedad
con
que
se
hace.
No
hay
ningún
interés
económico,
ni
comercial.
La
ideología:
no
es
“si
somos
de
derecha
inventamos
un
premio
para
la
derecha,
si
somos
del
otro
lado,
inventamos
un
premio
para
el
otro
lado”.
Acá
no.
Los
jurados
y
los
premiados
son
de
todas
las
ideologías,
lo
que
se
reconoce
es
el
mérito
de
las
personas.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
—¿Hay
algún
momento
en
la
historia
de
los
premios
que
te
generó
un
orgullo
particular?
—Siempre
me
pone
muy
contento
cuando
hacemos
los
de
Ciencia
y
Tecnología
y
los
dedicados
a
Humanidades,
porque
son
los
menos
reconocidos
en
la
sociedad
en
general.
El
físico,
el
matemático,
el
químico,
el
biólogo:
a
veces
son
gente
que
solo
los
conocen
injustamente
sus
pares.
Si
yo
premio
Espectáculos
o
Deportes,
las
figuras
son
públicas
en
general.
En
cambio
los
otros
no.
Darles
un
premio
que
ha
recibido
Maradona,
Messi
o
Mercedes
Sosa
es
ponerlos
con
justicia
a
todos
bajo
la
misma
luz,
celebrar
su
existencia,
igualarlos
como
corresponde
a
los
ojos
de
la
sociedad.
Ayuda
a
destacar
a
esa
personalidad,
demostrar
que
la
sociedad
lo
reconoce.
—¿Cómo
vivís
hacer
los
premios
en
este
momento
de
la
Argentina?
—¿En
qué
momento
no
fue
difícil
desde
que
inventé
los
premios
en
los
años
80
a
hoy?
Siempre
nos
acordamos
del
día
de
hoy.
Hoy
está
atacado.
Y
hace
10
años
también.
Y
hace
20
también.
30
también
y
así
siempre.
Cambian
los
gobiernos…
¿habrá
alguno
con
más
interés
por
la
cultura?
Sí,
es
cierto
que
el
gobierno
de
Alfonsín
tuvo
un
poco
más
de
inquietud
hacía
la
cultura
que
otros.
La
Argentina
es
un
manantial
de
personalidades
interesantísimas.
En
la
actividad
que
quieras
hay
gente
de
Argentina
destacada.
En
la
música
clasica:
¿cuántos
países
tienen
una
Argerich,
un
Barenboim
o
Gelner?
Así
en
todo.
—¿Hay
algún
premio
puntual
que
te
genera
particular
alegría
al
recordarlo?
—Cuando
le
dimose
el
premio
a
Fangio.
Fue
cuando
recibió
el
premio,
el
primero,
que
fue
sorpresa,
no
se
sabía
que
el
de
él
iba
a
ser
el
Brillante.
Estaban
todos
en
el
Luna
Park,
una
cena
de
1.800
personas.
Lo
eligen
a
él,
y
él
dice:
“Espero
que
no
me
falle
el
de
la
zurda.
Es
la
primera
vez
que
me
reconocen
en
Argentina”.
Ese
es
uno
de
los
recuerdos
muy
lindos.
—También
lograste
que
Quino
vuelva
a
dibujar
a
Mafalda
como
parte
de
tus
ciclos
en
el
Colón
para
niños.
—Inventé
un
ciclo
de
música
clásica
para
chicos.
Se
lo
ofrecí
a
Renán,
que
dirigía
el
teatro
Colón,
y
me
dijo
que
no
era
para
el
Colón.
Eso
fue
en
el
90.
Empezamos
en
el
91.
Le
dije
a
Ricardo
Halac,
que
dirigía
el
Cervantes.
Le
dije
que
el
sábado
y
domingo
a
la
tarde
no
hacía
nada,
que
me
lo
deje
para
espectáculos
para
chicos.
Hicimos
54
veces
El
barbero
de
Sevilla
y
12
veces
La
flauta
mágica.
Según
Napoleón
Cabrera,
él
decía
que
era
un
récord
hacer
54
veces
El
barbero…
Eso
me
dijo
él.
Dudo
que
así
sea.
Seguimos
algunos
años,
y
en
el
93
me
llama
Renán
y
me
lo
pide
para
el
Colón.
Ahí
se
me
ocurre
pedirle
a
Quino
que
me
haga
unas
imágenes
para
el
ciclo.
Hablé
con
Quino,
que
había
sido
premio
Kónex
en
el
82
y
92,
se
las
pedí
y
rescató
a
Mafalda,
una
de
las
pocas
veces
que
la
rescató.
La
repetimos
todos
los
años
esas
imágenes
de
Mafalda.
Él
me
autorizó
e
íbamos
cambiando
el
globo.
—¿Qué
es
la
cultura
popular
para
vos?
—Lo
que
distingue
a
una
sociedad
civilizada
de
una
que
no
lo
es.
Se
la
cuida
rescatando
los
valores
que
tiene
cada
sociedad.
Nosotro
vivimos
en
la
cultura
occidental,
diferente
a
la
de
otros
rincones
del
mundo.
Pero
todas
buscan
rescatar
lo
mejor
que
tienen
cada
una
de
esas
sociedades.
—¿Cuánto
trabajo
lleva
cada
entrega?
—Eso
hace
a
las
características
del
premio.
Nosotros
seleccionamos
a
20
jurados
para
20
disciplinas
que
se
adaptan
a
lo
que
sucedió
desde
la
entrega
anterior.
Por
ejemplo,
este
año
aparecerán
estilos
musicales
que
aparecieron
en
los
últimos
años.
Por
ejemplo,
85,
95
y
05
estuvo
más
bien
congelado,
es
decir,
no
cambiaron
tanto
las
disciplinas.
Este
año
hay
un
montón
de
nuevos
estilos
que
aparecieron
ahora.
Recuerdo
que
en
algún
momento
agregamos
el
cuarteto.
Ahora
es
estable.
Se
verá
que
se
suma
ahora.
Luego
se
hace
una
primera
lista,
en
cada
disciplina,
donde
se
acumulan
nombres
para
el
Diploma
al
mérito
y
los
jurados
tienen
que
elegir.
Se
vota
hasta
que
quedan
cinco
en
cada
una
de
las
categorías,
y
se
discute:
es
difícil
que
todos
se
pongan
de
acuerdo.
Después
hay
que
elegir
uno
de
cada
disciplina,
de
ahí
se
eligen
los
20
que
hacen
a
los
Kónex
de
Platino,
y
se
elige
uno,
que
es
el
Kónex
de
Brillante.
Una
cosa
que
les
decía
cuando
hacíamos
las
deliberaciones
presenciales,
antes
de
la
pandemia,
era
que
en
95%
de
los
nombres
van
a
estar
de
acuerdo.
Van
a
pensar
que
faltan
5
o
que
sobran
5
pero
en
95
están
de
acuerdo.
Y
siempre
me
decían
que
sí.
En
cada
ceremonia,
al
final
de
la
misma,
me
siento
muy
contento:
se
cumple
con
el
cometido
que
me
propusé
y
ya
va
a
ser
el
año
46.
En
Argentina,
46
años
de
una
cosa
no
existe.
Fijate
que
los
premios
no
son
discutidos.
Podrán
decir
que
falta
gente,
pero
nunca
son
discutidos.
—Hacen
más
cosas
que
los
premios…
—Va
a
ser
la
temporada
35
del
ciclo
de
Vamos
al
Ballet.
Te
cuento
una
anécdota
que
me
pasó
hace
un
mes
atrás:
fui
a
la
sala,
y
un
matrimonio
se
me
acerca.
Me
dicen:
“Lo
felicito,
traemos
a
nuestro
nieto.
Hace
20
años
veníamos
con
nuestra
hija”.
Eso
hace
bastante
gráfico
lo
que
hemos
logrado.
Esta
es
una
forma
de
que
muchas
generaciones
vean
música
clásica,
que
la
conozcan
desde
el
ballet
–
que
es
donde
hemos
hecho
hincapié
últimamente-.
También
hicimos
ópera,
en
conjunto
con
Juventus
Lyrica.
Sumamos
esfuerzos,
que
es
algo
que
me
gusta.
Siempre
quise
llevar
los
premios
a
otros
lugares.
Una
alternativa
es
en
España.
Otra
es
hacerlos
en
Miami
para
toda
la
comunidad
latina
en
Estados
Unidos,
que
cubre
a
más
de
50
millones
de
personas.