Grace
Kelly
no
solo
dejó
una
huella
imborrable
en
Hollywood
con
su
elegancia
y
talento,
sino
que
también
transformó
Mónaco
con
su
compromiso
social
y
humanitario.
La
actriz
estadounidense,
que
renunció
a
su
carrera
para
casarse
con
el
príncipe
Rainiero
III,
se
convirtió
en
un
ícono
de
la
solidaridad
y
el
trabajo
social,
construyendo
un
legado
que
perdura
hasta
hoy
en
el
Principado.
Nacida
en
Filadelfia
en
1929,
Grace
Patricia
Kelly
creció
en
el
seno
de
una
familia
de
empresarios
y
deportistas.
Su
padre,
John
B.
Kelly
Sr.,
ganó
tres
medallas
de
oro
olímpicas
en
remo,
mientras
que
su
madre
fue
instructora
de
educación
física.
Desde
temprana
edad,
Grace
mostró
un
gran
interés
por
el
teatro
y,
desafiando
las
expectativas
familiares,
ingresó
a
la
Academia
Americana
de
Artes
Dramáticas
en
Nueva
York.
A
los
23
años,
alcanzó
la
fama
con
la
película
Solo
ante
el
peligro
y,
poco
después,
se
convirtió
en
la
musa
de
Alfred
Hitchcock,
protagonizando
clásicos
como
Crimen
Perfecto,
La
ventana
indiscreta
y
Atrapa
a
un
ladron.
En
1955,
a
los
24
años,
ganó
un
premio
Óscar
por
su
actuación
en
La
angustia
de
vivir,
consolidando
su
estatus
como
una
de
las
actrices
más
respetadas
de
Hollywood.
Un
encuentro
que
cambió
la
historia
de
Mónaco
En
el
mismo
año
en
que
recibió
su
premio
de
la
Academia,
Grace
fue
invitada
a
una
sesión
de
fotos
en
el
Palacio
del
Príncipe
de
Mónaco
durante
el
Festival
de
Cannes.
Fue
allí
donde
conoció
al
príncipe
Rainiero
III,
quien
quedó
cautivado
por
su
carisma
y
elegancia.
La
relación
entre
ambos
floreció
rápidamente,
con
cartas
intercambiadas
y
un
viaje
del
príncipe
a
Estados
Unidos
durante
la
Navidad.
En
enero
de
1956,
anunciaron
su
compromiso,
y
en
abril
de
ese
año
se
casaron
en
una
boda
real
que
capturó
la
atención
del
mundo
entero.
Lejos
de
limitarse
a
un
papel
ceremonial,
Grace
Kelly
asumió
su
rol
como
princesa
con
un
fuerte
compromiso
con
la
comunidad.
Una
de
sus
primeras
acciones
fue
la
creación
de
la
Fundación
Princesa
Grace
de
Mónaco,
dedicada
a
apoyar
a
artistas
emergentes
y
financiar
proyectos
sociales.
Su
labor
también
se
enfocó
en
la
infancia,
la
salud
y
la
educación.
La
princesa
fundó
la
organización
AMADE
Mondiale
(Asociación
Mundial
de
Amigos
de
la
Infancia),
con
la
misión
de
proteger
los
derechos
de
los
niños
en
situaciones
vulnerables
en
todo
el
mundo.
Bajo
su
liderazgo,
se
desarrollaron
programas
de
asistencia
médica,
educación
y
protección
infantil,
marcando
un
antes
y
un
después
en
la
política
social
de
Mónaco.
El
impacto
de
Grace
Kelly
en
Mónaco
trascendió
su
vida.
Tras
su
trágico
fallecimiento
en
1982,
su
familia
y
el
Principado
han
continuado
con
su
obra.
Hoy,
la
Fundación
Princesa
Grace
sigue
apoyando
iniciativas
culturales
y
benéficas,
y
su
visión
de
una
Mónaco
más
inclusiva
y
solidaria
sigue
siendo
un
pilar
fundamental
en
la
identidad
del
país.
VO