“Soy partícipe de esta hermosa aventura del teatro alternativo”

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Hoy
Belisario
es
un
espacio
de
resistencia
y
sudor,
donde
seguimos
intentando
generar
lenguaje
más
allá
de
las
modas
establecidas,
de
los
vaivenes
de
la
cultura.
Realmente
tampoco

cuánto
tiempo
más
seguirá
estando
de
pie
el
teatro
Belisario”:
con
esta
fuerza,
y
también
algo
de
incertidumbre,
el
creador
y
responsable
de
esta
sala
ubicada
en
Av.
Corrientes
1624
describe
la
realidad
de
este
proyecto.
Allí,
se
desarrollan
muchas
clases
y
seminarios,
y
también,
obras
de
teatro,
varias,
del
propio
Savignone.
Una
de
ellas
se
reestrena
en
2025:
La
negación
de
la
negación.
Una
hermenéutica
chejoviana
(sábados
de
marzo
a
las
20
y
sábados
de
abril
a
las
22.15).
Se
trata
de
una
pieza
en
la
que
hay
fragmentos
y
personajes
de
Antón
Chéjov,
a
través
de
una
reescritura
de
Savignone,
quien
también
hace
la
dirección,
la
actuación
–junto
a
un
joven
elenco–
la
coreografía
y
la
iluminación.

—En
“La
negación
de
la
negación”,
¿qué
se
ve
en
escena?

—La
obra
utiliza
textos
chejovianos,
sin
dejar
de
situarlos
en
un
contexto
propio.
En
mis
puestas,
aparece
el
cuerpo
como
eje
y
sostén
de
la
escena.
Quien
asista
a
ver
esta
obra
puede
ser
partícipe
de
una
perspectiva
chejoviana
por
fuera
de
los
cánones
establecidos
de
lo
que
se
suele
esperar
de
una
obra
de
Chéjov.
¿Cómo
se
puede
mover
el
interior
de
cada
intérprete
hasta
poder
verse
sin
alejarse
de
este
autor?

Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios

El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.

—Teniendo
en
cuenta
esta
obra
y
otras
que
has
hecho,
¿por
qué
te
atraen
autores
como
Chéjov,
Beckett,
Shakespeare?
¿Tienen
algo
en
común
que
los
vuelve
atractivos
para
vos?

—Tengo
una
inclinación
por
estos
autores.
Una
de
las
razones
es
que
me
inspira
saberme
parte
de
un
entramado
teatral.
Hacemos
teatro
porque
alguien
lo
ha
hecho,
y
ojalá
alguien
lo
haga
porque
nosotros,
nosotras
lo
hemos
hecho.
Por
ejemplo,
Chéjov
es
un
confeso
admirador
de
Shakespeare,
al
punto
tal
que
en
La
gaviota
cita
textos
de
Hamlet.
En
El
rey
Lear,
de
Shakespeare,
finalmente
queda
el
bufón
del
rey.
Esta
situación
y
la
locura,
las
podemos
ver
en
Final
de
partida,
de
Beckett,
a
través
de
sus
personajes
Hamm
y
Clov,
inspirados
en
Lear
y
su
bufón.
También
podemos
pensar
en
los
sepultureros
en
Hamlet
como
la
antesala
de
Didi
y
Gogo
de
Esperando
a
Godot.

—¿Cómo
es
la
historia
de
Belisario?
¿Cómo
se
sostiene?

—El
espacio
de
Belisario
era
el
antiguo
Piccolo
Teatro.
Estaba
siendo
rematado
y
pude
comprarlo
en
2000
y
lo
inauguré
en
2001.
Belisario
Roldán
fue
una
inspiración
en
esos
tiempos,
en
relación
al
nombre.
La
remodelación
del
espacio
llevó
a
quitar
alfombras
y
butacas;
los
pisos
de
madera
me
permitieron
brindar
mis
clases.
Dar
clases
de
teatro
para

es
un
sostén
económico,
de
pertenencia,
de
investigación
teatral,
de
construir
comunidad.
En
Belisario,
muchas
personas
se
hicieron
partícipes
de
esta
hermosa
aventura
del
teatro
alternativo,
de
la
autogestión,
de
la
creación
como
hecho
colectivo
y
revelador
de
pensamiento.

—En
parte,
tus
obras
dialogan
con
la
“commedia
dell’arte”.
¿De
qué
se
trata
y
cómo
se
hace
presente?

—Gran
parte
de
mi
formación
está
enraizada
en
el
teatro
físico
de
la
mano
de
Jacques
Lecoq,
quien
incluye,
como
un
“territorio
de
dramáticos
principales”,
a
la
commedia
dell’arte.
Esta
convirtió
el
oficio
en
una
profesión,
por
fuera
de
la
Iglesia
y
las
cortes.
Para
ello,
los
comediantes
fueron
sumamente
eficaces
en
relación
con
las
reglas
del
oficio
teatral.
Adquirir
las
reglas
de
este
territorio
es
aprender
las
leyes
básicas
del
teatro.
Una
de
las
nociones
principales
de
la
commedia
dell’arte
es
la
utilización
de
los
arquetipos,
un
principio
único
que
seguimos
conteniendo.

La
batalla
cultural

A.M.

―Sos
un
activo
lector
y
comunicador.
Usás
redes
sociales
y
desde
allí
compartís
imágenes
y
citas
de
muchos
libros
y
te
referís
a
“lo
berreta”
de
la
batalla
cultural
(que
sostienen
el
discurso
del
Poder
Ejecutivo
y
sus
seguidores).
¿Qué
estás
proponiendo?

―Recurro
a
fuentes
para
encontrar
un
pensamiento
por
fuera
del
entusiasmo
apocalíptico
en
el
que
estamos.
Muchas
de
las
cosas
que
estamos
viviendo
ya
fueron
planteadas
por
autores
y
autoras.
La
reflexión,
la
lectura
es
un
ejercicio
de
posicionamiento
a
la
transformación,
al
menos
de
mi
entorno.
Las
redes
son
un
lugar
de
trabajo
político
en
el
sentido
amplio
y
griego.
El
ser
humano
es
un
animal
político
que
se
desarrolla
en
la
polis,
porque
la
polis
está
también
dentro
de
cada
persona.
Los
discursos
de
odio
que
intentan
estigmatizar
a
sectores
de
la
población
homologan
un
pensamiento
diferente
con
la
enfermedad,
buscan
datos
sin
contemplar
que
muchos
de
esos
datos
están
bajo
sesgos
e
ideologías,
intentan
adueñarse
de
una
única
verdad
sin
ver
que
lo
que
plantean
suena
a
viejos
eslóganes.
Estas
nuevas
derechas
niegan
el
cambio
climático,
las
perspectivas
de
género.
Uno
de
los
mentores
de
la
batalla
cultural
criticó
la
agenda
2030,
porque
se
planteaba
la
noción
de
humanidad,
noción
que
consideraba
muy
abstracta.
Hay
días
en
que,
en
esta
distopía,
nos
sentimos
explicando
lo
obvio.
Lo
único
nuevo
de
estas
derechas
es
su
sabor
a
naftalina.
La
batalla
cultural
que
se
está
imponiendo
es
una
batalla
por
reinstalar
el
sentido
común
del
siglo
XIX
y
principios
del
siglo
XX,
aggiornado
con
la
inmediatez
y
la
falta
de
ética
de
nuestros
días.