
Desde
el
20
de
marzo
se
puede
ver
una
nueva
versión
de
la
célebre
comedia
francesa
La
cena
de
los
tontos,
conocida
primero
en
Argentina
a
través
del
cine
en
1998,
escrita
y
dirigida
por
Francis
Veber,
quien
primero
la
había
estrenado
en
el
teatro.
Fue
en
el
2000
cuando
Adrián
Suar
y
Guillermo
Francella
la
llevaron
por
primera
vez
a
los
escenarios
argentinos
con
un
éxito
que
luego
repitieron
en
la
temporada
de
Mar
del
Plata
(2009).
Hoy
el
elenco
está
integrado
por
Martín
Bossi,
Mike
Amigorena,
Laurita
Fernández,
Guillermo
Arengo,
Esteban
Prol
y
Franco
Battista.
Harán
funciones
de
jueves
a
domingo
en
el
teatro
El
Nacional,
con
dirección
del
realizador
Marcos
Carnevale.
—¿Viste
la
película
o
las
versiones
anteriores?
MIKE
AMIGORENA:
No
me
acuerdo
bien
si
vi
la
película
en
su
momento,
pero
siempre
tuve
en
la
cabeza
esta
trama
de
cómo
reírse
de
alguien,
que
eso
a
mí
no
me
gustó
nunca,
ni
como
chiste.
Jamás
me
caractericé
por
reírme
del
otro,
ni
tomarlo
de
punto
al
otro.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
Pensá
que
nací
en
Mendoza
y
que
te
llames
Michael
en
las
décadas
del
setenta
y
ochenta
era
raro,
para
colmo
no
está
en
el
documento.
Mi
mamá
quiso
ponerme
este
nombre
por
mi
abuelo
Miguel,
pero
no
se
pudo,
no
te
lo
permitían
y
me
anotó
Ricardo
Luis,
como
mi
padre.
Eso
hacía
que
le
dabas
pie
para
que
se
rían
de
vos.
A
medida
que
pasó
el
tiempo,
ya
te
vas
haciendo
conocido
con
tus
compañeros
y
tus
amigos.
Pero
he
sufrido
bullying,
nada
traumático,
pero
conozco
de
cerca
ese
rol.
Ahora
me
toca
jugar
de
malo,
del
burlón.
—¿Qué
te
entusiasmó
para
aceptar
esta
propuesta?
MARTÍN
BOSSI:
Después
de
quince
años
de
teatro
donde
solamente
paré
por
la
pandemia,
hice
todos
espectáculos
con
mi
nombre.
Es
muy
difícil
y
atípico,
salvo
grandes
nombres
como
Enrique
Pinti
o
Antonio
Gasalla,
que
me
quedan
enormes
y
fueron
referentes.
El
musical
Kinky
Boots
fue
un
momento
para
experimentar
otro
tipo
de
comedia,
pero
aquí
definitivamente
entré
en
el
género.
Es
importante
primero
porque
me
planteé
el
desafío
de
compartir,
a
esta
altura
quiero
hacerlo.
La
propuesta
de
la
obra
la
hablábamos
mucho
con
Adrián
(Suar),
que
es
mi
amigo,
como
también
lo
son
Federico
Hoppe
y
Ezequiel
Corbo,
todos
productores.
LAURA
FERNÁNDEZ:
En
lo
personal
lo
que
más
me
atrajo
es
que
venía
de
hacer
Legalmente
rubia
y
Disney
celebra
una
Navidad
inolvidable
con
Topa,
que
eran
proyectos
muy
explosivos
para
mí
y
comprometidos.
Después
de
hacer
algo
que
soñabas
hace
tanto
tiempo
te
queda
como
esa
sensación:
¿qué
podrá
ser
después?
Y
llegó
esta
comedia
donde
me
proponen
hacer
dos
personajes.
Entonces
me
dije
que
el
desafío
estaba
ahí.
Debo
desdoblarme,
porque
haré
mujeres
completamente
diferentes.
Encarno
a
la
esposa
y
a
la
amante
del
personaje
Pablo
Barrantes
(Mike
Amigorena).
Tienen
que
ser
muy
distintas
en
su
forma
de
hablar,
de
moverse
y
de
reaccionar.
Eso
me
entusiasmó
mucho
trabajarlo
con
Carnevale
(director).
En
la
versión
que
vi
en
Mar
del
Plata
actuaban
Carla
Conti
y
Sabrina
Rojas.
—¿Hay
miedo
de
tentarse?
M.A.:
No
me
desestabiliza,
es
un
alimento
para
mí,
el
hecho
de
no
poder
reírme
y
si
me
tiento
qué
hacemos.
No
me
pasó
muchas
veces,
pero
cuando
sucedió
se
llevó
adelante
y
no
pasó
nada.
Hoy
necesitamos
al
público,
ese
es
otro
intérprete.
M.B.:
No
es
un
riesgo
para
mí.
Si
me
pasa
lo
utilizo
a
favor.
Tengo
miedo
a
todo,
pero
en
el
escenario
no
tengo
miedo
a
nada,
es
lo
único
que
me
rescata.
No
hay
peligros.
Tengo
salidas
para
todo,
alternativas
porque
viví
estudiando
esto.
Ahora
en
la
vida
tengo
problemas
para
todo.
L.F.:
Me
suelo
tentar
mucho
hasta
que
estrenamos,
cuando
estamos
en
el
proceso
creativo,
porque
surge
algo
nuevo.
Me
divierto
mucho
en
los
ensayos.
Pero
una
vez
que
ya
lo
sabemos,
lo
fijamos,
lo
hacemos
y
empezamos
con
las
funciones
no
me
sucede.
Tampoco
soy
de
esas
actrices
que
fuerzan
la
tentada
o
la
exponen.
Hay
situaciones
que
se
te
escapan
de
las
manos
y
si
algo
me
sucede,
busco
la
solución.
Por
lo
general
en
el
teatro
cuando
pasa
algo
la
gente
te
acompaña,
lo
celebra
y
se
ríe
aún
más.
—¿Creen
que
es
el
momento
para
hacer
comedias
en
la
Argentina?
M.B.:
Es
el
momento
ideal
para
hacer
teatro
porque
es
la
única
experiencia
en
vivo
que
queda.
En
un
mundo
donde
estamos
inventando
una
inteligencia
artificial
porque
no
alcanza
con
la
nuestra,
donde
todo
se
televisa
y
se
filma.
Hasta
las
cosas
que
antes
no
se
filmaban,
como
un
recital,
un
momento
íntimo,
un
cumpleaños,
un
parto,
una
despedida
de
soltero,
una
comida
con
amigos
o
un
aniversario.
El
teatro
exige
y
sobre
todo
en
tiempos
como
estos,
donde
todos
contra
todos,
como
dice
Fito
Páez.
Cuando
nadie
escucha
a
nadie,
en
una
platea
se
unen
los
de
derecha,
los
de
izquierda,
los
de
arriba,
los
de
abajo,
los
de
la
Lali
y
los
de
Milei.
No
sabes
quién
se
pelea
con
quién,
ni
quién
defiende
qué.
A
todas
esas
personas
con
diferentes
ideales
el
teatro
los
une,
porque
es
una
comunión.
Para
eso
vine
al
mundo,
para
armonizar
y
no
dividir.
M.A.:
Es
lo
que
más
me
gusta
en
el
mundo,
hacer
reír
y
cantar.
Primero
cantar.
Quiero
despegarme
de
lo
que
hice
antes
y
el
desafío,
ver
cómo
encaro
esto
que
me
cuesta.
Este
personaje
me
ha
afecta
mucho,
es
mi
clown
tapado.
L.F.:
Creo
que
siempre
es
momento
para
hacer
comedia.
Al
principio
prefería
el
drama,
porque
me
permitía
estar
más
en
mi
mundo
y
no
depender
tanto
de
lo
que
estaba
pasando.
Con
el
correr
de
los
años
entendí
lo
difícil
que
es
hacer
comedia.
Este
director
es
puntualmente
un
experto
en
llevar
y
contar
una
historia
a
través
del
humor,
te
toca
una
fibra
sensible,
te
moviliza
y
está
muy
bueno.
—¿Mantiene
actualidad
el
reírse
del
otro?
M.B.:
Es
una
obra
muy
atinada
para
estos
tiempos.
Si
me
toca
hacer
una
síntesis
diría
que
cuenta
la
pureza
y
la
inocencia
en
medio
de
la
hipocresía.
La
propuesta
es
muy
grande,
muy
ambiciosa
y
me
exige
como
actor
al
máximo,
porque
no
es
hacer
un
tonto.
Todo
depende
donde
lo
mire,
a
mí
me
parece
que
es
el
más
vivo,
tontos
son
los
otros.
Este
personaje
se
llama
Pitón,
trabaja
en
la
ARCA
(ex
Afip).
Es
un
personaje
muy
formal,
monogámico,
culto
y
que
lo
abandonó
su
mujer.
Todo
lo
contrario
a
lo
que
soy.
En
realidad
no
hay
mucha
caracterización.
La
gente
va
a
ver
a
un
personaje
a
través
mío,
que
es
muy
puro
y
que
hace
reír
de
tan
puro
que
es.
No
es
un
tonto,
depende
dónde
se
lo
mire.
A
mí
me
parece
es
el
más
vivo.
Estamos
amparados
por
un
texto
divino
y
por
un
director
extraordinario
como
Marcos
Carnevale.
Verlo
dirigir
es
un
show
aparte.
—¿La
risa
del
público
es
el
premio
buscado?
M.A.:
Nunca
la
viví
como
lo
haré
ahora.
Algo
me
pasó
cuando
hicimos
Shakespeare
comprimido,
en
el
club
Maipo
que
nosotros
lo
inauguramos
2005.
Después
actué
en
Todos
tenemos
problemas
sexuales,
una
obra
que
dirigió
Lía
Jelín,
en
La
Trastienda
con
Laura
Oliva
y
Alejo
García
Pinto,
fue
en
2003.
Siempre
me
convocaron
para
obras
donde
podía
haber
algo
de
comedia
como
fue
con
Cabaret,
pero
no
predominaba.
Tampoco
en
El
niño
argentino
de
Kartún
tenía
mucho
humor.
—¿Es
la
primera
vez
que
actuarán
en
el
teatro
El
Nacional?
M.B.:
Vi
a
Nicolás
Vázquez
muchas
veces,
pero
nunca
tuve
el
placer
de
trabajar
aquí.
Es
lo
que
me
faltaba,
impresiona,
porque
es
hermoso
y
con
una
capacidad
muy
grande.
Estoy
muy
feliz,
tranquilo,
es
un
buen
momento
de
mi
vida.
Además
el
teatro
hace
bien.
Sin
teatro
no
tiene
sentido
en
mi
vida.
L.F.:
Feliz
de
conocer
esta
nueva
casa.
Había
venido
obviamente
como
espectadora,
pero
nunca
había
trabajado
en
este
escenario.
Son
teatros,
como
el
Lola
Membrives,
muy
grandes
y
también
con
mucha
historia.