
Leo
la
nota
de
un
matutino
en
la
que
su
corresponsal
en
Silicon
Valley,
periodista
reconocida
en
innovación
tecnológica,
argumenta
sobre
aquellas
cosas
que
el
humano
hace
y
hará
tanto
mejor
que
la
IA.
Habla
del
arte
de
crear
historias
que
empaticen,
y
del
humor.
Y
explica
por
qué
a
la
hora
de
su
educación
ella
impulsa
hoy
a
sus
hijos
a
tomar
cursos
de
improvisación
y
de
comedia.
La
nota
me
trae
a
la
memoria
un
libro
reciente
de
Francis
Ford
Coppola,
El
cine
en
vivo
y
sus
técnicas,
donde
el
maestro
propone
y
desarrolla
un
formato
híbrido
de
cine
y
teatro,
al
que
dice
volcarse
ahora
en
busca
de
recuperar
el
fenómeno
precioso
de
lo
presencial,
de
lo
convivial,
perdido
en
la
experiencia
cada
vez
más
despersonalizada
de
la
ficción
de
plataformas.
El
teatro.
Una
y
otra
vez,
el
teatro
como
lenguaje
vigente.
Provocador.
Contracultural.
Una
vez
más,
el
viejísimo
teatro
generando
modelos
aplicables
a
novísimas
realidades.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
Vale
la
pena
hacer
este
distanciamiento.
Sin
él,
lo
seguiríamos
mirando
como
al
cándido
abuelo
de
2.500
años.
Cada
vez
que
lo
objetivamos,
que
lo
ponemos
afuera
y
volvemos
a
mirarlo
con
ojos
nuevos
se
produce
la
epifanía.
Llevamos
seis
años
en
cartel
con
nuestro
espectáculo
La
vis
cómica.
Con
funciones
de
marzo
a
diciembre,
y
con
la
sala
siempre
caliente.
Mucho
de
ese
público
es
repetidor,
la
han
visto
tres,
cuatro
veces.
Es
absolutamente
improbable
que,
a
una
película,
por
mucho
que
te
haya
gustado,
la
hayas
visto
completa
cuatro
veces
en
poco
tiempo.
Y
ni
hablar
si,
además,
tenés
que
pagar
la
entrada
cada
vez.
¿Dónde
está
el
fenómeno
entonces?
Miramos
cien
veces
el
gol
de
Maradona
a
los
ingleses
porque
ese
jugador,
en
su
capacidad
de
respuesta
a
cada
fracción
de
segundo,
sigue
demostrando
el
milagro
de
lo
que
puede
un
cuerpo.
“Nadie
sabe
lo
que
puede
un
cuerpo”
dijo
Baruch
Spinoza
hace
cuatro
siglos,
y
la
frase
sigue
siendo
un
campanazo.
Entre
otros
preciosos
significados
habla
de
aquello
que
el
cuerpo
sabe
y
hace,
más
allá
de
lo
que
sabe
y
especula
la
mente.
De
esos
perfectos
reflejos
inexplicables,
de
la
improvisación,
del
insólito
automático
ante
el
juego.
Del
asombro
que
sentimos
frente
a
un
malabarista
que
mantiene
en
el
aire
seis
clavas,
o
el
actor
que
mantiene
en
el
aire
doce
mil
palabras.
El
número
no
es
arbitrario.
Son
los
vocablos
que
tiene
el
texto
de
La
vis
cómica.
Con
esas
doce
mil
clavas
juegan
sus
cuatro
intérpretes,
y
consiguen
que
el
número
(me
refiero
ahora
a
lo
circense)
sorprenda.
Asombre
cada
vez.
Y
hace
que
el
deseo
que
alguien
tenga
de
verla
de
nuevo,
vaya
más
allá
de
las
ganas
de
volver
a
presenciar
una
historia.
El
público
va
al
teatro
una
y
otra
vez
a
ver
lo
que
puede
un
cuerpo.
Sin
la
trampa
posible
de
la
edición,
de
lo
virtual,
va
a
verlo
encarnar.
A
sentirse
interpelado
con
un
mito
sin
entender
cómo
es
que
ese
cuerpo
te
lo
cuenta.
A
ver
el
prodigio
circense
de
su
memoria.
Viene
a
admirar
–sin
saberlo,
pero
sabiendo–
los
años
y
años
de
moldeado
de
su
arte,
en
cada
uno
de
esos
raros
físicos
poéticos.
Solemos
joder
con
el
elenco
en
camarines
–sumando
las
décadas
que
cada
uno
de
ellos
tiene
en
el
oficio–
con
que
el
público
paga
para
ver
ciento
cincuenta
años
de
teatro
en
escena.
Es
una
broma
y
no
lo
es.
La
actuación,
el
fútbol,
la
interpretación
musical,
son
“saberes
de
tiempo”.
Talento
más
práctica.
Dicen
los
músicos
que
si
no
tocan
todos
los
días
no
están
en
dedos,
y
que
sin
eso
no
hay
manera.
“Estar
en
cuerpo”
diríamos
de
un
actor.
Cada
sábado
una
módica
grey
de
espectadores
expectantes
cumple
el
rito
de
sentarse
allí
a
participar
de
La
vis
cómica.
Y
esos
cuatro
oficiantes
ordinarios
vuelven
a
celebrar
para
ellos.
Un
siglo
y
medio
de
experiencia.
Y
los
cuatro
en
cuerpo.
Uno
tras
otro
caducan
y
caen
los
formatos
tecnológicos.
Postorgánicos.
Inseparable
de
los
organismos,
de
los
físicos,
porque
es
justamente
el
medio
que
los
vuelve
espectáculo,
el
teatro,
en
cambio,
sigue
allí.
Y
seguirá.
*Autor
y
director
de
La
vis
cómica.
Funciones:
Sábados
19.30,
en
el
Centro
Cultural
de
la
Cooperación.