
Un
galán
y
una
sex
simbol
hoy
deciden
actuar
en
una
comedia
donde
la
tercera
edad
y
el
geriátrico
son
algunos
de
sus
temas.
Ellos
son
Arnaldo
André,
protagonista
de
varas
novelas
durante
la
década
del
setenta
y
ochenta
como
Piel
naranja,
Pobre
diabla
o
Amo
y
señor,
más
las
series
de
Polka
como
Los
únicos.
Ella,
Silvia
Pérez
fue
integrante
de
Operación
Ja
ja
y
No
toca
botón,
compañera
de
Alberto
Olmedo.
Juntos
harán
los
domingos
a
las
18.30
en
el
Picadilly
la
comedia
No
me
olvides,
escrita
y
dirigida
por
Hernán
Krasutzky.
—¿Qué
los
decidió
a
interpretar
No
me
olvides?
ARNALDO
ANDRE:
Fundamentalmente
encontré
un
personaje
diferente
a
los
que
venía
haciendo
últimamente.
Hice
comedias
brillantes
o
no,
pero
apuntando
para
arriba,
la
última
fue
bien
cómica.
Aquí
hallé
un
texto
y
un
protagonista
que
me
invita
a
hacer
una
creación.
En
los
ensayos
y
con
la
ayuda
del
director,
fui
descubriendo
que
estoy
por
ese
camino.
Me
divierte
mucho
mi
papel
porque
si
bien
se
trata
de
un
hombre
con
un
principio
de
Alzheimer,
todos
sus
errores
y
equivocaciones
son
tomados
por
el
autor
con
mucho
respeto
y
tienden
a
que
la
gente
se
ría.
Encarno
mi
protagonista
con
ternura
y
simpatía,
riéndose
él
mismo
de
sus
fallas.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
SILVIA
PÉREZ:
Desde
hace
varios
años
me
metí
en
el
teatro
alternativo
y
hace
mucho
tiempo
que
tengo
ganas
de
volver
a
hacer
humor.
Esta
obra
dice
muchas
cosas,
es
muy
simpática,
es
una
comedia
que
te
llega
al
corazón.
Mi
protagonista
es
una
mujer
grande,
que
ha
sido
rebelde
durante
toda
su
vida.
Quizás
me
encontré
en
ese
punto
con
algo
en
común,
pero
está
en
una
situación
muy
difícil
e
imagina
un
plan,
con
humor
y
con
ese
desparpajo
que
ha
tenido
siempre.
La
esencia
de
No
me
olvides
y
de
mi
personaje
Beba
y
el
de
Arnaldo
es
que
cuenta
que
el
amor
es
lo
único
que
en
esta
vida
siempre
ayuda,
en
cualquier
situación.
Tiene
un
humor
que
te
llega
al
corazón.
—Ensayan
con
quien
además
de
dirigirlos
es
el
autor
de
la
obra…
A.A:
Es
la
primera
vez
que
me
pasa.
Generalmente,
no
está
el
autor
y
los
actores
le
decimos
al
director,
“esto
mejor
lo
cambiamos”.
Aquí
tenés
que
ir
con
mucha
sutileza
y
decirle:
“mira,
¿qué
te
parece?”
Pero
nuestro
dramaturgo
y
director
es
joven,
agradable
y
simpático.
Tenemos
una
muy
buena
relación
entre
los
cuatro,
ya
que
está
su
asistente
y
nos
divertimos
mucho.
Tampoco
es
de
esos
autores
o
directores
que
se
encaprichan
y
te
dicen,
“No,
no,
no.”
S.P:
Es
muy
interesante
y
ayuda
mucho
porque
tenemos
su
interpretación
del
texto,
lo
que
él
quiere
decir.
A
veces
cuando
trabajás
con
un
director,
pero
que
no
es
el
autor
de
la
obra,
hay
más
variantes.
Acá
tenemos
directamente
la
fuente
que
nos
está
contando
qué
es
lo
que
quiso
decir.
Es
joven,
muy
abierto
y
podemos
charlar,
porque
eso
es
muy
importante
para
el
actor,
sobre
todo
en
el
teatro,
—Se
habla
del
Alzheimer:
¿tocar
el
tema
de
la
enfermedad
no
les
dio
miedo?
A.A:
Creo
que
no
y
sobre
todo
por
cómo
lo
tratamos.
Más
que
nada
contamos
una
historia
de
amor.
Son
dos
seres
totalmente
diferentes,
distintos.
S.P:
Conozco
gente
que
tiene
Alzheimer
y
quizás
eso
fue
el
como
el
punto
de
enganche
para
que
me
guste
hacer
este
texto.
Tuve
la
oportunidad
de
estar
acerca
de
estas
personas,
me
doy
cuenta
que
más
allá
de
los
olvidos
hay
distintas
formas
o
grados
de
Alzheimer.
Es
bueno
tomar
la
enfermedad
con
naturalidad,
recibir
lo
que
ellos
te
dan.
Lo
que
ellos
recuerdan,
quieren
hablar
y
decir.
Aunque
no
entiendan
o
quizás
tengan
una
respuesta
agresiva.
Tomar
una
mano
o
mirar
con
amor
hace
que
las
cosas
sean
diferentes.
En
la
obra
se
dice:
“que
lo
que
la
mente
no
recuerda
el
corazón
sí”.
Parecería
que
a
los
viejos
a
nadie
les
importa
y
se
dice:
“No
se
dio
cuenta
que
somos
invisibles”.
—¿Asumen
el
paso
del
tiempo?
A.A:
El
tiempo
para
mí
es
cuando
veo
a
mis
hermanas
con
dos
o
tres
años
de
diferencia
de
mí
y
escucho
sus
pequeños
achaques.
Te
duele
acá
o
te
duele
allá.
En
toda
mi
familia
generalmente
somos
muy
respetuosos
precisamente
de
la
salud
y
estamos
siempre
cuidándonos.
Vamos
al
médico.
S.P:
La
persona
grande
es
la
sabia
por
consecuencia,
por
todo
lo
que
ha
vivido
y
por
lo
que
ha
aprendido,
bien
o
mal.
En
otras
culturas
se
los
escucha,
respeta
y
son
admirados.
Eso
aquí
como
que
ya
no
existe
más.
—¿Cómo
manejan
la
popularidad?
A.A:
Es
maravilloso
lo
que
la
televisión
nos
proveía
como
imagen
y
popularidad
en
nuestras
épocas.
Ya
no
tenemos
televisión,
ni
trabajo,
los
actores
que
no
hacen
teatro
no
sé
de
qué
viven.
Me
sorprendo
cuando
me
dicen
cosas,
vienen,
te
saludan
y
se
recuerdan
de
un
texto
o
del
nombre
de
un
personaje.
Hoy
hay
jóvenes
que
aún
me
dicen
Monterrey
por
el
papel
en
Los
únicos
(2011).
S.P:
Siempre
fui
de
ser
agradecida
con
toda
la
gente
que
te
para
y
te
saluda,
porque
pienso
que
trabajamos
para
ellos
y
entiendo
eso
que
les
pasa.
Pero
a
medida
que
pasaron
los
años
las
cosas
fueron
cambiando,
claramente
por
el
tema
de
las
redes
sociales,
donde
todos
nosotros
estamos
al
alcance
de
todo
el
mundo.
Quizás
ahora
el
acercamiento
del
público
es
diferente
porque
no
“corren
para
pedirte
un
autógrafo,
sino
para
sacarte
la
foto”.
Hoy
en
día
tengo
otra
actitud.
Siempre
soy
amable,
respetuosa
y
agradecida,
pero
a
veces
el
contacto
físico
no
me
va.
No
me
parece
que
esté
bien
y
pongo
límites.
—¿Cómo
es
actuar
sólo
un
día
a
la
semana?
¿Y
las
giras?
A.A:
Por
ahora
las
funciones
en
el
Picadilly
serán
los
domingos,
pero
los
otros
días
vamos
a
hacer
giras.
Es
raro
hoy
los
teatros
se
han
convertido
en
supermercados.
Es
la
realidad
que
estamos
viviendo.
Antes
los
espectáculos
se
daban
de
martes
a
domingo.
Para
mí
las
giras
son
como
unas
vacaciones
pagas.
Tenés
cubierto
el
trayecto,
el
hotel,
la
comida,
te
divertís
con
tus
compañeros
y
el
público
te
mima.
S.P:
Eso
me
cuesta.
Ahora
sumaremos
giras
por
el
Gran
Buenos
Aires
y
luego
iremos
más
lejos,
a
otras
provincias.
Si
bien
me
gusta
y
me
parece
hermoso,
hace
mucho
que
no
lo
hago,
porque
me
interfiere
en
mis
actividades
de
diarias,
por
lo
cual
no
es
me
es
tan
fácil.
Por
ejemplo,
en
estos
momentos
estoy
también
filmando
y
viajo
a
Mendoza,
para
la
última
película
de
Joaquín
Cambré
que
se
llama
Cuero
y
que
protagoniza
Justina
Bustos.
—¿Qué
pasó
con
el
cineasta
Arnaldo
André
después
de
tu
primera
película:
“La
lectura
según
Justino”?
A.A:
Nuestro
estreno
fue
en
un
momento
desgraciado
porque
a
la
semana
o
quince
días
vino
el
covid.
Había
recorrido
cuatro
o
cinco
festivales,
llegué
hasta
la
India,
con
el
apoyo
de
Paraguay.
La
llevé
a
Chicago,
Toronto,
Punta
del
Este
y
San
Pablo.
Pero
paré
porque
hay
que
pagarse
todo.
Escribí
un
próximo
guión,
pero
se
paró
todo.
Lo
bueno
es
que
se
pasará
en
el
Palacio
Libertad
los
viernes
18
y
el
25
de
abril,
gracias
a
la
invitación
de
mi
amiga
Valeria
Ambrosio.
Si
no
tienes
una
fortaleza,
te
puede
agarrar
cualquier
cosa.
Recuerdo
que
Leonardo
Favio
decía:
“Hacer
cine
en
este
país
es
tener
la
enfermedad”,
agregaría
que
te
puede
provocar
una
enfermedad.
Lo
subrayaba
él,
que
era
una
gran
cineasta
y
no
es
mi
caso
que
soy
un
actor
e
incipiente
director.
Igual
fue
una
muy
buena
experiencia
mi
primera
película.
—¿Tenés
la
doble
nacionalidad?
A.A:
Nunca
la
tramité.
No
me
ocupé.
Las
raíces
uno
no
las
puedo
olvidar.
No
quiero
hacer
exactamente
los
números,
pero
casi
el
noventa
por
ciento
de
mi
vida
los
pasé
en
Argentina.
Necesito
ir
a
Paraguay
para
aspirar
ese
aire,
encontrarme
con
mis
amigas,
voy
cuatro
días,
tres
veces
por
año.
Disfruto,
me
lleno
de
energía
y
me
vuelvo,
porque
también
extraño
acá.