El
10
de
abril
se
recordará
como
un
día
trágico
para
el
fútbol
sudamericano.
Se
jugaba
la
segunda
jornada
de
la
fase
de
grupos
de
la
Copa
Libertadores
entre
Colo-Colo
y
Fortaleza
en
el
Estadio
Monumental
en
Chile.
La
previa
del
partido
ya
se
temía
de
alto
riesgo,
ya
que
un
grupo
de
aficionados
de
Colo-Colo,
que
no
tenían
entradas
para
ingresar
al
partido,
intentaron
entrar
al
estadio
formando
una “avalancha”
de
personas.
La
policía
intervino
rápidamente
y
solo
se
disipaba
una
multitud
corriendo
tras
la
intervención
policial.
Lamentablemente,
dos
jóvenes
(uno
menor
de
edad)
fueron
atropellados
y
posteriormente,
perdieron
la
vida
en
el
incidente.
Ahí
comenzó
la
pesadilla.
Después
de
una
hora
se
dio
inicio
al
partido,
pero
no
fue
hasta
el
comienzo
del
segundo
tiempo
cuando
el
estadio
comenzó
a
enterarse
de
la
tragedia
que
había
sucedido
en
las
afueras
del
campo.
Los
jugadores
fueron
advertidos
por
la
misma
afición
y
fue
esta
quien,
irresponsablemente,
corrompió
una
parte
de
la
tribuna,
ingresó
al
campo
de
juego
e
interrumpió
el
partido.
La
incertidumbre
se
podía
respirar
tanto
dentro,
como
fuera
de
la
cancha.
Desde
los
altavoces
del
estadio
se
informó
que
el
partido
había
sido
cancelado
y
que
se
debería
evacuar
el
estadio.
Los
incidentes
siguieron
en
las
calles
con
enfrentamientos
que
protagonizaron
grupos
ultras
con
la
policía.
“Cuando
llegamos
me
informaron
que
había
fallecido”
fueron
las
duras
palabras
de
la
hermana
de
una
de
las
victimas
fatales.
Una
pesadilla
que
opacó
lo
que
pudo
haber
sido
una
fiesta
del
fútbol
y
se
transformó
en
una
tragedia
para
el
fútbol
sudamericano.