
El
proyecto
lleva
varios
meses
de
trabajo
y
se
acaba
de
conocer.
Es
la
nueva
puesta
de
El
hombre
inesperado,
de
Yasmina
Reza,
dramaturga
francesa
contemporánea
y
muy
conocida
en
Buenos
Aires
por
sus
textos,
como
ART
o
Tres
versiones
de
la
vida
y
la
última,
estrenada
el
año
pasado
en
el
CTBA:
James
Brown
usaba
ruleros.
En
el
año
2008
se
conoció
de
la
mano
de
Betiana
Blum
y
Luis
Brandoni,
luego
fue
Luisa
Kuliok
quien
continuó
con
las
funciones,
siempre
con
dirección
de
Luis
Romero.
Ahora
la
historia
se
inicia
con
un
actor
y
director,
Germán
Palacios
buscando
un
texto
y
convocando
a
una
colega,
Inés
Estévez,
el
resultado
se
ve
desde
el
11
de
abril
los
viernes
y
sábados
a
las
21
en
el
Teatro
Maipo.
Ambos,
hasta
hace
muy
poco
estuvieron
en
los
escenarios,
cumpliendo
distintos
roles.
Ella,
Estévez
acaba
de
terminar
Matar
a
mamá,
de
Laura
Oliva
junto
a
Florencia
Raggi
y
María
Rosa
Fugazot.
Mientras
que
él,
Palacios,
fue
codirector
junto
a
Ricardo
Darín
de
la
última
versión
de
ART
con
Pablo
Echarri,
Fernán
Mirás
y
Mike
Amigorena,
primero
y
luego
reemplazado
por
Martín
Slipak.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
Inés
Estévez
además
de
actriz,
cantante
y
directora
es
madre
de
dos
niñas
con
discapacidad.
Afirma:
“Exponer
una
realidad
nos
habilita
a
tener
un
poco
de
alcance
público,
para
aprovechar
e
intentar
informar
a
la
sociedad
y
naturalizar
esas
realidades
que
hay
una
cantidad
de
chicos
y
personas
adultas
con
discapacidad.
La
gente
no
toma
conciencia,
que
hay
un
chico
con
autismo
cada
treinta.
Hay
que
sumar
el
síndrome
de
Down,
parálisis
cerebral,
retrasos
madurativos,
discapacidades
con
problemas
motrices.
no
videntes
más
hipoacúsico.
Es
hora
de
dejar
de
considerar
la
discapacidad
como
algo
fenomenológico
y
aislado,
para
empezar
a
asumirla
como
una
realidad
circundante,
permanente
y
abundante
con
la
que
tenemos
que
empezar
a
aprender
a
convivir.”
A
su
lado,
cuando
se
le
pregunta
a
Germán
Palacios
por
sus
comienzos
subraya:
“Tuve
un
maestro
concreto
que
fue
Luis
Rossini,
director
del
Teatro
del
Centro
que
es
donde
estudié.
Llegué
ahí
con
quince
años
traumatizado
por
tener
que
dejar
el
deporte
porque
tuve
una
lesión.
Jugaba
en
la
selección
de
Argentina
de
handball
de
mi
categoría.
Mi
vocación
artística
siempre
estuvo
ligada
a
la
música
desde
muy
niño,
pero
la
actuación
me
acechaba”.
—¿Todo
se
inició
por
tu
pasión
hacia
los
textos
de
Yasmina
Reza?
GERMÁN
PALACIOS:
Siempre
estamos
preguntando
si
hay
obras
argentinas
y
en
un
momento
los
productores
me
alcanzan
El
hombre
inesperado,
no
la
había
visto
en
el
2008
cuando
se
estrenó
con
Luis
Brandoni
y
Betiana
Blum
porque
estábamos
haciendo
ART
en
España.
Cuando
la
leí
me
volví
loco.
Hay
algo
del
mundo
de
Yasmina
(Reza)
que
nos
pasa
a
Ricardo
(Darín)
y
a
mí,
como
que
está
en
nuestro
ADN.
Dije
este
material
lo
quiero
actuar,
porque
me
identifico
con
todo
lo
que
se
dice.
Sentí
que
era
un
espectáculo
factible,
porque
son
sólo
dos
personajes.
Estuve
un
largo
tiempo
estudiando
solo,
hasta
que
sentí
que
me
faltaba
una
compañera,
una
interlocutora
y
ahí
apareció
Inés.
Compartimos
lecturas
de
los
roles,
posibles
puestas
y
coincidíamos.
Inés
es
muy
inteligente,
culta
y
nos
llevamos
bien.
INÉS
ESTÉVEZ:
Fue
muy
curioso
el
proceso
porque
Germán
me
llamó
y
me
propuso
este
proyecto.
En
ese
momento
estaba
por
estrenar
otra
obra
(Matar
a
mamá)
y
le
dije
que
sí,
porque
había
visto
el
espectáculo
y
me
había
fascinado,
siempre
la
tuve
presente.
Nos
reuníamos
una
vez
por
semana
con
la
versión
en
francés,
en
inglés,
en
español
y
la
adaptación
en
castellano.
Cuando
nos
fuimos
adentrándonos
empezaron
a
surgir
ideas
de
puesta,
de
dinámica,
imágenes.
En
un
momento
teníamos
todo
tan
claro
y
tan
coincidente
que
decidimos
asumir
también
la
dirección.
—Ambos
tienen
experiencias
anteriores
en
la
dirección:
¿por
qué
eligieron
dirigir?
G.P:
Con
ART
asumimos
una
codirección
con
Ricardo
(Darín),
él
es
un
hermano
de
la
vida
y
teníamos
una
lectura
de
ese
material
muy
grabada
en
nuestro
ADN
que
fue
un
placer
poder
compartirlo,
aparte
nos
entendemos,
porque
somos
complementarios.
Siempre
me
gustó
la
dirección,
así
como
no
tengo
vocación
para
la
docencia.
La
dirección
siempre
estuvo
en
mí
desde
mi
perspectiva
actoral,
la
parte
y
el
todo.
Cuando
empezás
te
apasiona
realmente.
Y
estoy
en
un
momento
de
la
vida
donde
lo
estoy
disfrutando
mucho.
No
se
para
de
aprender.
Hay
algo
de
la
experiencia
actoral
de
uno
que
te
lleva
a
no
ser
caprichoso.
I.E:
Debuté
en
el
2008
con
Grabado
como
directora,
pero
creo
que
el
hecho
de
haberme
diversificado
y
ser
madre
en
el
2011,
más
la
publicación
de
mi
primera
novela,
La
Gracia
hizo
que
tuviera
menos
tiempo
para
cada
cosa.
Hice
varias
direcciones
para
Microteatro.
Me
gusta
mucho
la
dirección
de
actores,
más
que
la
puesta.
Tengo
un
sentido
arquitectónico
y
visual,
pero
más
me
interesa
la
dirección
de
actores.
En
un
momento
teníamos
todo
tan
claro
y
estábamos
tan
de
acuerdo
que
le
dije
que
me
parecía
engorroso
trasladarle
todo
a
una
tercera
persona.
Ahí
me
propuso
la
codirección
y
me
entregué
a
ese
proceso,
que
fue
muy
natural
y
no
revistió
mayores
fuerzas.
—La
primera
puesta
fue
bastante
estática,
todo
ocurría
en
el
vagón
de
un
tren…
I.E:
Nosotros
rompemos
completamente
con
eso.
Es
una
obra
escrita
bajo
la
noción
del
pensamiento
interno
de
los
personajes,
que
son
mucho
más
descarnados
porque
no
tienen
el
filtro
de
la
voz
hablada.
Decidimos
que
todo
lo
que
va
sucediendo
sobre
el
escenario
es
lo
que
sucede
en
la
mente
de
los
protagonistas.
El
ámbito,
el
vestuario,
todo
responde
un
poco
al
ideal
de
esas
mentes.
G.P:
Justo
vino
Yasmina
(Reza)
a
la
Argentina
y
nos
encontramos
con
ella,
le
contamos
la
idea
que
teníamos
de
puesta
y
nos
dio
su
aprobación.
Nos
dijo
que
le
parecía
la
mejor
lectura,
de
las
puestas
que
había
visto
por
el
mundo,
la
que
estábamos
haciendo.
—¿Qué
le
dirían
a
los
espectadores
para
que
vengan
a
verlos?
G.P:
Jazmina
Reza
es
una
de
las
más
importantes
dramaturgas
actuales.
La
obra
habla
de
una
cantidad
de
cosas
que
es
muy
necesario,
lindo
y
hermoso
contar
hoy
por
hoy.
Aparte
veo
que
lo
que
habla
metafóricamente
es
altamente
aplicable
a
nuestra
realidad
social,
actual.
Para
mí
tener
la
oportunidad
de
hacer
un
personaje
que
a
cierta
altura
de
la
vida
está
dispuesto
a
cuestionarse,
a
tener
una
mirada
autocrítica
y
a
deconstruirse
no
es
poco.
En
definitiva
es
una
comedia
de
amor.
I.E:
Son
dos
personas
que
coinciden
en
un
viaje
en
tren
y
el
espectador
viaja
con
ellos.
Son
dos
seres
vinculándose
consigo
mismos.
La
obra
ofrece
al
espectador
para
que
decida
si
es
producto
del
azar
o
del
destino.
Creo
que
el
destino
es
algo
prefijado.
La
vida
ofrece
oportunidades,
pero
depende
mucho
de
que
una
accione
o
no,
hacia
ellas.
—Imperan
en
la
cartelera
las
comedias:
¿aquí
encontrarán
humor?
I.E:
Muchísimo.
Un
humor
muy
alto,
fino,
sofisticado,
porque
el
hecho
de
ser
testigos
de
los
pensamientos
de
los
personajes
genera
unas
confesiones
descarnadas
que
de
otra
manera
no
te
enterarías.
Entonces
eso
produce
necesariamente
mucho
humor.
G.P:
Todo
el
humor
que
tiene
es
sutil,
son
capas
de
profundidad
siempre
con
una
excusa,
un
viaje
en
tren.
Allí
mete
los
grandes
temas,
con
una
habilidad
y
sensibilidad,
que
no
se
puede
dejar
pasar.
Una
vez
nos
dijo
el
director
inglés
Mick
Gordon
cuando
vino
a
dirigirnos
en
ART:
“Si
nosotros
tratamos
al
público
como
inteligente,
el
público
va
a
ser
inteligente.”
La
verdad
es
que
frente
a
la
pauperización
de
la
Argentina
me
resisto.