Una presencia antigua e innegable

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Éramos
un
puñado
de
actores
avivando
el
espacio.
Éramos
Hamlet,
pero
al
mismo
tiempo
Ofelia
o
Gertrudis,
a
la
vez
que
un
gaucho,
un
sindicalista
o
la
mismísima
Eva.
Era
el
Teatro-Estudio
El
Cuervo,
y
nosotros,
cuerpos
entrenando
bajo
la
atenta
mirada
de

Pompeyo
Audivert.

Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios

El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.

Así,
entre
Shakespeare,
banderas
argentinas,
desvencijados
mapas
y
palabras
rotas
que
iban
cobrando
peculiares
e
insospechados
sentidos
surge
el
germen
de
Hamlet
de
Patagones.
Así,
durante
una
improvisación
donde
los
territorios
más
disímiles
podían
encontrarse
y
fundirse
en
las
situaciones
más
inesperadas
se
dispara
la
idea
fundante
de
nuestro
espectáculo:
conjugar
las
energías
de
los
personajes
shakesperianos
con
nuestras
tradiciones
nacionales.
Un
Hamlet
que
es
Hamlet
pero,
al
mismo
tiempo,
un
extranjero
que
llega
a
la
única
escuela
viviente
en
el
último
rincón
de
la
Patagonia.

Hace
años
trabajo
como
docente
en
escuelas
secundarias
de
la
provincia
de
Buenos
Aires
y
convivo
día
a
día
con
los
nuevos
planteos
pedagógicos
que
intentan
implementarse
y
los
vestigios
de
una
tradición
escolar
decimonónica
que
aún
flota
en
el
aire.
Una
tensión
entre
dos
polos
donde
se
evidencia
la
lucha
entre
las
reformulaciones
necesarias
y
los
rituales
heredados
que
hoy
solo
conservan
su
forma,
pero
yacen
vacíos
de
contenido.
Fue
así
que,
quizás
persiguiendo
algún
impulso
catártico,
tomé
la
iniciativa
como
directora
y
dramaturga
y
les
propuse
a
aquellos
actores
que
avivaban
el
espacio
de
un
teatro-estudio,
que
comenzaran
a
crear
con
sus
cuerpos
el
mundo
inquietante
de
una
escuela
anquilosada,
estancada
en
un
tiempo
indefinido,
pero
arcaico.

Así
comenzó
la
primera
instancia
de
este
proceso
de
creación
en
un
ida
y
vuelta
entre
la
escritura
y
la
investigación
escénica,
donde
ambos
tránsitos
se
retroalimentaron
en
un
constante
enriquecimiento.
Fui
tomando
luego
las
improvisaciones
para
desarrollarlas,
organizándolas
en
palabras
puestas
por
escrito,
dejando
que
las
frases
shakesperianas
se
combinasen
tanto
con
mandamientos
patrióticos
de
manuales
escolares
como
con
antiguos
cantos
chamánicos.

Así
fue
creándose
nuestro
nuevo
universo.
Una
escuela
en
donde
el
extranjero
debe
lidiar
con
el
aleccionamiento
en
los
saberes,
las
costumbres
y
la
cultura
nacional,
pero,
además,
una
escuela
que
vive
atravesada
por
el
espíritu
de
lo
originario,
lo
ancestral
y
lo
arrebatado
por
los
colonizadores.

Tomando
al
Hamlet
de
William
Shakespeare
como
guía,
como
emblema,
como
excusa
que
dispara
un
mundo
poético,
nos
sentimos
habilitados
a
crear
otro
en
el
que
están
presentes
nuestras
más
añejas
tradiciones
escolares,
con
sus
rituales
y
decadencias
que
aún
impregnan
la
realidad
áulica
actual.
Está
presente
el
trato
hacia
el
diferente,
el
distinto,
aquel
que
no
encaja
y
al
que
hay
que
“normalizar”.
Está
presente
el
fantasma
irredento
de
la
colonización
europea
y
las
paradojas
que
la
misma
supuso
para
la
construcción
de
la
“identidad
nacional”,
una
nacionalidad
construida
con
tradiciones
trasplantadas
a
espaldas
de
la
tierra
y
regada
por
la
sangre
primigenia.
Porque
también
está
presente
el
espectro
de
lo
más
atávico,
esa
presencia
que
late
bajo
la
superficie:
la
de
los
pueblos
originarios,
los
ancestros
que
habitaron
los
paisajes
patagónicos
donde
la
acción
se
sitúa.
Una
presencia
antigua
e
innegable
que
se
cuela
por
las
grietas
más
triviales
y
por
las
más
profundas.
Hoy,
en
un
momento
en
el
que
la
diversidad
aparece
nueva
e
increíblemente
cuestionada,
el
teatro,
como
todo
arte,
debería
atizar
el
interrogante,
invitar
a
la
reflexión,
movilizar
las
conciencias
para
incitar
al
debate
sobre
aquello
que
vibra
en
nosotros
y
no
podemos
acallar.

Nuestra
obra
no
pretende
traer
respuesta
alguna,
más
bien
intenta
poner
a
la
luz
algunos
de
los
aspectos
más
grotescos
de
nuestra
idiosincrasia.
Esos
que
nos
acechan
una
y
otra
vez
y
que,
en
los
tiempos
en
que
vivimos,
amenazan
inexplicablemente
con
resurgir
sin
escrúpulos.

*Directora
y
autora
de
Hamlet
de
Patagones.
La
obra
se
puede
ver
los
sábados
a
las
20.30
en
el
Complejo
Teatral
Ítaca.