En
un
mundo
saturado
de
series
que
intentan
decir
demasiado
sin
decir
nada,
“The
White
Lotus”
apareció
como
una
anomalía.
Una
miniserie
de
HBO
filmada
en
plena
pandemia,
en
un
resort
de
lujo
en
Hawái,
con
apenas
seis
episodios
y
un
presupuesto
contenido,
casi
minimalista.
Nadie
esperaba
mucho,
ni
siquiera
sus
propios
protagonistas,
algunos
de
los
cuales
confesaron
haber
aceptado
los
papeles
simplemente
“porque
tenían
tiempo
libre
durante
el
confinamiento”.
Sin
embargo,
lo
que
nació
como
una
sátira
sobre
el
turismo
de
privilegio
terminó
escalando
posiciones
en
la
conversación
pública
como
una
bola
de
nieve.
Críticos,
influencers,
académicos
y
usuarios
anónimos
de
TikTok
comenzaron
a
diseccionar
cada
plano
y
cada
diálogo
de
Jennifer
Coolidge,
convertida
hoy
en
una
especie
de
gurú
generacional
sin
proponérselo.
Estrenada
en
julio
de
2021,
la
serie
creada
por
Mike
White
(actor
de
“School
of
Rock”
y
ex
participante
de
“Survivor”),
tenía
una
premisa
tan
sencilla
como
incómoda:
familias,
parejas
e
individuos
de
clase
alta
que
llegan
a
un
resort
de
lujo
para
desconectar
de
un
mundo
que
se
encapricha
en
no
dejarlos
en
paz.
Racismo
estructural,
microviolencias,
hipocresía
progresista,
narcisismo
millennial
y
neurosis
de
clase
alta,
todo
tamizado
con
una
banda
sonora
que
mezcla
cantos
tribales
con
tensión
hitchcockiana.
Éxito
repentino.
La
primera
temporada
cosechó
una
audiencia
inesperada
para
un
producto
tan
ácido.
Según
datos
de
HBO,
el
final
de
temporada
fue
visto
por
más
de
10
millones
de
espectadores
en
su
primer
mes,
entre
transmisiones
en
vivo
y
streamings,
multiplicando
por
cinco
la
audiencia
del
episodio
uno.
La
segunda
temporada,
ambientada
en
Sicilia,
fue
aún
más
explosiva:
15
millones
de
visualizaciones
globales
y
una
lluvia
de
comentarios
en
redes
que
hicieron
de
cada
domingo
un
evento
mundial.
Por
su
parte,
Instagram
se
llenó
de
memes
de
todos
sus
protagonistas.
Los
de
Tanya
(Jennifer
Coolidge)
disparando
desde
un
yate
en
movimiento
como
si
fuera
Lara
Croft
bajo
efectos
tranquilizantes
picaron
en
punta.
Twitter
(hoy
X)
también
explotó
con
teorías
conspirativas
sobre
“quién
iba
a
morir
esta
vez”
y
en
TikTok
los
videos
de
usuarios
imitando
los
gestos
de
otra
de
su
protagonista,
Aubrey
Plaza,
se
volvieron
virales.
En
un
mundo
donde
las
series
duran
lo
que
un
algoritmo
dicta,
“The
White
Lotus”
logró
el
milagro
de
mantener
la
atención
sostenida
semana
tras
semana.
Claves.
El
suceso
de
la
serie
se
debe
en
gran
parte
al
aura
de
Jennifer
Coolidge,
cuya
interpretación
de
Tanya
McQuoid
le
valió
un
Emmy,
un
Globo
de
Oro
y
una
especie
de
consagración
emocional
por
parte
de
una
generación
que
la
adoptó
como
ícono
pop.
Cuando
subió
al
escenario
a
recibir
su
premio,
no
solo
confirmó
que
el
personaje
era
un
reflejo
amplificado
de
sí
misma,
sino
que
convirtió
su
discurso
en
una
pieza
viral
que
circuló
incluso
entre
quienes
jamás
vieron
la
serie.
En
total,
la
serie
ha
ganado
10
premios
Emmy,
incluyendo
Mejor
Miniserie
y
Mejor
Guión,
además
de
dos
Globos
de
Oro
y
una
decena
de
nominaciones
a
los
SAG
Awards,
los
Premios
del
Sindicato
de
Actores
de
Estados
Unidos.
Pero
más
allá
de
los
galardones,
su
impacto
real
está
en
cómo
logró
reconfigurar
el
formato
de
serie-evento
sin
necesidad
de
cliffhangers
desesperados,
sino
con
un
humor
negro
genuino,
que
gusta
y
repele
a
la
vez.
Desubicación
real.
Como
todo
fenómeno
cultural
que
se
precie
de
tal,
la
serie
fue
blanco
de
parodias
y
reinterpretaciones
más
o
menos
fallidas.
Pero
ninguna
tan
despiadada
como
la
que
le
dedicó
el
programa
norteamericano
“Saturday
Night
Live”,
con
un
sketch
que
se
volvió
viral
al
instante.
En
él,
la
comediante
Chloe
Fineman
ofreció
una
imitación
de
Tanya
que
lograba
el
milagro
de
ser
ridícula
y
conmovedora
al
mismo
tiempo,
con
sus
frases
entrecortadas,
su
andar
errático
y
esa
voz
de
mujer
eternamente
perdida.
El
sketch
no
escatimó
en
referencias:
la
música
de
la
intro,
las
caminatas
por
pasillos
blancos,
los
discursos
existencialistas
sin
destinatario
y
la
presencia
de
Bowen
Yang
como
un
nuevo
“conserje
manipulador”
que
guiaba
a
los
huéspedes
a
su
propio
colapso
emocional.
El
sketch
superó
los
4
millones
de
visualizaciones
en
una
semana
y
fue
compartido
por
actores
del
elenco
real,
que
no
solo
se
rieron
del
chiste,
sino
que
lo
asumieron
como
una
especie
de
certificado
de
culto
pop.
Pero
no
todas
las
reacciones
fueron
positivas
ni
igual
de
entusiastas.
Esta
semana,
en
otra
parodia
llamada “The
White
Potus”,
la
actriz
británica
Aimee
Lou
Wood
expresó
su
incomodidad
luego
de
ser
ridiculizada
por
la
humorista
Sarah
Sherman
de
manera
cruel
e
innecesaria.
Los
cibernautas
también
lo
señalaron
como
hiriente
y
fuera
de
tono.
Así,
el
programa
demostró
que
su
sátira
no
siempre
logra
el
delicado
equilibrio
entre
humor
y
homenaje.
Con
la
tercera
temporada
ya
estrenada,
esta
vez
ambientada
en
Tailandia,
entre
templos
budistas
y
turistas
occidentales
buscando
redención
en
retiros
espirituales
de
5
mil
dólares
la
noche,
la
serie
consolidó
su
lugar
entre
las
preferencias
del
público.
Desde
su
estreno
el
16
de
febrero
de
este
año,
cada
capítulo
fue
acompañado
en
simultáneo
por
millones
de
mensajes
en
redes
sociales
como
Instagram,
X
y
TikTok.
En
una
época
en
que
las
series
nacen
para
ser
olvidadas
en
dos
semanas,
“The
White
Lotus”
logró
lo
contrario:
crecer,
incomodar,
hacer
reír
con
culpa,
y
quedar
flotando
en
la
memoria
cultural
colectiva
como
un
perfume
caro
y
ligeramente
venenoso.
No
es
solo
una
serie.
Es
un
espejo.
Uno
caro,
decorado
con
bambú
y
con
vista
al
mar,
pero
espejo
al
fin.