
El
nombre
de
Nicolás
Repetto
se
asocia
con
éxitos
televisivos,
títulos
como
Fax,
que
quedaron
en
la
memoria
popular.
Pero
ahora
debutó
en
el
teatro
como
autor
y
director
en
la
avenida
Corrientes.
Sólo
los
miércoles
presenta
Sala
de
espera
con
Pablo
Rago
y
Diego
Cremonesi,
más
la
participación
de
Barbi
Siom.
Pablo
Rago
está
por
terminar
una
larga
y
exitosa
temporada
con
Esperando
la
carroza
y
lo
lamenta,
ya
que
vivió
las
funciones
como
una
fiesta
no
sólo
por
la
cantidad
de
espectadores
que
convocó
el
espectáculo
sino
también
por
sus
compañeros
de
elenco
y
un
director
de
lujo:
Ciro
Zorzoli.
Anticipa
que
ya
confirmó
su
participación
en
la
ficción
sobre
Yiya
Murano
junto
a
Julieta
Díaz
y
Cristina
Banegas.
Mientras
que
Diego
Cremonesi
comparte
las
funciones
de
Reverso,
los
martes
también
en
La
Plaza
y
espera
el
estreno
de
El
tiempo
de
las
moscas,
en
Netflix,
más
Hija
del
fuego
con
China
Suárez,
Eleonora
Wexler
y
Jero
Bosia
y
Los
mufas
con
Daniel
Hendler
ambas
para
Disney,
sin
olvidar
otra
serie,
Inadaptada,
para
Paramount.
—¿Cómo
decidiste
escribir
teatro?
NICOLÁS
REPETTO:
No
es
que
tuve
que
tomar
ninguna
decisión,
a
mí
me
gusta
escribir.
Empecé
con
un
diálogo
entre
dos
personajes
que
podían
ser
amigos
y
fue
creciendo.
Busqué
un
contexto
donde
unir
las
escenas
y
salió
esta
idea
de
sala
de
espera.
Amigos
que
se
encuentran
en
una
especie
de
purgatorio
y
empiezan
a
reflexionar
sobre
qué
valió
la
pena
haber
vivido,
lo
que
les
dejó
la
vida
y
el
vértigo
que
puede
pasar
cuando
acabamos
de
vivir.
Después
se
la
mostré
a
Pablo
Rago
que
le
gustó
y
convocamos
a
Diego
Cremonesi.
Cuando
teníamos
a
los
dos
actores,
fui
a
buscar
una
sala
y
mandé
el
texto
a
La
Plaza
y
nos
dieron
los
miércoles.
Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios
El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.
—¿Por
qué
asumiste
la
dirección?
N.R:
Quería
defender
el
texto.
No
es
una
obra
de
teatro
con
un
esquema
clásico,
de
hecho
ni
tiene
escenografía.
Quise
ir
con
lo
mío
entero.
Después
si
gusta
o
no
gusta,
veremos,
pero
por
lo
menos
la
hice
como
la
escribí
y
la
sentí.
No
es
lo
mismo
cuando
la
leés
que
cuando
la
escuchás
en
los
actores,
ahí
sentís
que
hay
reiteraciones.
Los
intérpretes
son
como
un
instrumento
y
de
acuerdo
a
cómo
lo
sentían
ellos
fui
adaptándome.
Me
entretuve
mucho,
es
un
trabajo
que
me
movilizó.
Es
una
obra
más
que
nada
de
diálogos,
básicamente
existencialista
y
con
todo
el
humor
posible,
que
es
lo
que
a
mí
me
divierte
cuando
escribo.
Me
pasa
con
la
música
y
a
veces
me
embarco
con
ella.
También
me
apasionan
la
arquitectura
y
la
construcción.
La
verdad
es
que
siempre
estoy
haciendo
algo
para
no
aburrirme.
—Está
el
tema
de
la
muerte:
¿qué
te
llevó
a
escribir
sobre
ella?
N.R:
Cuando
estás
a
una
altura
de
la
vida
empezás
a
pensar
cómo
te
organizarías,
tus
hijos,
en
mi
caso
también
en
Florencia
(N.d.R:
Raggi
es
su
esposa).
Un
poco
para
prever
qué
pasaría
y
a
lo
mejor
supongo
que
eso
puede
haber
sido
el
disparador.
No
lo
sé,
tampoco
me
lo
cuestioné.
No
es
que
estoy
teniéndole
miedo
a
la
muerte.
De
hecho
hay
mucho
humor
en
la
obra.
—¿Hay
riesgo
en
debutar
en
la
avenida
Corrientes
como
autor
y
director?
N.R:
Es
parte
de
la
emoción,
encima
tengo
dos
actores,
con
mucho
recorrido.
Era
un
desafío
muy
grande,
pero
todo
es
cuestión
de
criterio
de
lo
que
uno
quiere.
Parte
de
lo
divertido
es
esta
toma
y
daca
con
los
intérpretes.
Quisiera
que
el
público
no
se
aburra,
que
sea
entretenido,
que
la
pasen
bien.
—¿Por
qué
aceptaron
sumarse
a
“Sala
de
espera”?
PABLO
RAGO:
Cuando
me
llamó
y
me
dijo,
voy
a
escribir
y
dirigir
una
obra
le
dije:
“¿Por
qué
vas
a
hacer
eso?”.
Pero
Nicolás
(Repetto)
es
un
tipo
que
toma
desafíos,
siempre
lo
fue,
lo
hizo
toda
su
vida
en
la
televisión.
Está
convencido
de
que
tiene
que
ir
para
ese
lugar
y
eso
nos
da
mucha
seguridad,
tanto
a
Diego
Cremonesi
como
a
mí,
que
somos
los
protagonistas
de
esta
obra.
Al
principio
me
pareció
demasiado,
es
una
obra
muy
compleja.
Tengo
un
monólogo
largo,
casi
diez
minutos,
nunca
antes
lo
experimenté.
Estoy
como
a
una
altura,
una
época
de
mi
vida
y
de
mi
carrera
que
me
merezco
ponerme
este
desafío.
DIEGO
CREMONESI:
Vengo
de
hacer
dos
películas
con
directores
noveles.
A
mí
me
gusta
entregarme
a
miradas
diferentes,
creo
que
es
parte
de
ser
actor
profesional.
Hay
que
trabajar
con
personas
que
no
son
de
tus
círculos.
Y
en
ese
sentido
fue
una
sorpresa
la
convocatoria
que
me
hizo
Nicolás
(Repetto),
pero
a
la
vez
no
está
haciendo
una
obra
de
teatro
que
le
es
ajena,
no
está
dirigiendo
Chéjov.
Es
un
texto
de
él
muy
personal,
con
una
mirada
propia
muy
fuerte.
Éste
es
un
material
muy
auténtico
y
eso
para
mí
también
como
actor
es
bárbaro.
Si
él
estuviese
haciendo
algo
que
le
sea
ajeno,
a
mí
me
daría
más
inseguridad,
pero
estoy
entregándome
a
su
mirada
en
un
universo
que
le
es
propio.
—¿Cómo
es
actuar
una
vez
por
semana?
P.R:
Nunca
antes
lo
hice,
será
la
primera
vez
que
lo
hago.
Debe
ser
rarísimo,
siempre
trabajé
de
miércoles
a
domingo
o
de
jueves
a
domingo.
La
función
seguida
te
da
la
oportunidad
de
probar
al
día
siguiente
inmediatamente
lo
que
te
gustó
y
lo
que
no
te
gustó.
D.C:
Creo
que
no
es
para
la
obra
lo
mejor,
porque
siempre
está
bueno
el
día
a
día,
porque
empezás
a
tenerlo
más
a
mano
y
a
generar
un
vínculo
más
cotidiano
con
el
material.
Te
requiere
otro
tipo
de
concentración
para
no
perder
lo
que
lograste
de
una
semana
a
la
otra.
Pensamos
reunirnos
un
día
antes
y
pasar
la
obra.
—¿Podrían
definir
a
sus
personajes?
P.R:
El
mío
se
hace
un
replanteo
sobre
la
vida
que
yo
nunca
me
hice.
No
soy
alguien
en
la
vida
real
que
piensa
demasiado
en
el
futuro,
ni
tampoco
en
el
pasado,
Este
tipo
sí
piensa
y
se
replantea
muchas
cosas
de
su
vida
pasada.
Descubre
que
está
muerto.
Ahora
estoy
como
empezando
a
pensar
cosas,
debe
ser
porque
voy
a
cumplir
53
años,
estoy
más
cercano.
Hay
algo
que
por
ahí
uno
ni
quiere
tomarlo
en
cuenta,
pero
sabemos
que
nos
vamos
a
morir,
en
algún
momento,
más
tarde
o
más
temprano.
D.C:
Mi
personaje
es
otro
muerto.
Soy
muy
bueno
haciendo
muertos.
De
hecho,
me
muero
mucho
en
el
cine,
incluso
en
un
peaje
(N.d.R:
Vive
en
La
Plata)
la
chica
me
dice:
“¿Vos
sos
ese
actor
que
matan
siempre?”.
Este
amigo,
que
falleció
hace
unos
años,
es
un
tipo
que
me
es
completamente
ajeno
porque
viene
de
una
familia
aristocrática,
que
se
crió
con
exceso
de
recursos,
algo
que
a
mí
no
me
tocó
ni
de
cerca.
Tiene
una
forma
de
ver
y
de
pensar
muy
diferentes
a
la
mía,
lo
cual
me
significó
un
gran
desafío.
No
hay
juzgar
al
personaje,
para
darle
vida
y
defenderlo.
—¿Qué
recuerdo
te
dejaron
otros
directores
de
teatro?
P.R:
Vengo
de
trabajar
con
el
mejor
director
que
me
tocó
en
la
vida,
que
es
Ciro
Zorzoli.
Es
un
fuera
de
serie,
nunca
había
trabajado
con
alguien
como
él,
hasta
estas
últimas
funciones
está
presente
sugiriendo
mejoras,
dándonos
indicaciones,
pero
siempre
con
mucho
amor
y
cuidado.
Me
hubiera
gustado
trabajar
con
Agustín
Alezzo
y
Augusto
Fernandes.
—¿Pensaste
en
dirigir?
D.C:
Dirigí
en
el
circuito
más
independiente
un
espectáculo
mío
titulado
Mala
madera
y
tengo
ganas
de
volver
a
hacerla.
También
me
gustaría
dirigir
cine,
tengo
un
par
de
proyectos
que
me
quisiera
desarrollar,
pero
este
momento
no
es
el
ideal.
—Para
algunos
sos
el
actor
fetiche
de
los
Premios
Oscar:
¿te
sentís
así?
P.R:
(Se
ríe)
Mientras
piensen
así
no
tengo
problema
y
que
me
sigan
llamando
para
películas.
Pero
no
es
cierto.
Estuve
de
casualidad
en
La
historia
oficial,
cuando
era
muy
chico
y
después
actué
ya
de
más
grande
en
El
secreto
de
tus
ojos.
Ambas
ganaron
el
Oscar
representando
a
la
Argentina.
Me
alegra
mucho,
pero
fue
sólo
una
casualidad.