Un cruce de mundos

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Un
fragmento
de
San
Ambrosio
(340-397)
dice:
“El
pan
de
los
hambrientos
que
tu
acaparas,
el
traje
de
los
desnudos
es
el
que
guardas,
el
dinero
que
tu
ocultas
es
el
rescate
de
los
desgraciados”

¿Si
muchos
de
los
problemas
de
la
humanidad
son
tan
claros,
por
qué
no
se
resuelven?
Este
tipo
de
preguntas
obvias
siempre
fueron
y
serán
un
motor
creativo.
Quizás
por
la
paradójica
impotencia
de
sentir
que,
aunque
se
luche,
hay
algunos
que
nunca
pierden.
Siempre,
de
alguna
manera,
salen
ganando.

Sin
pudor
a
la
ingenuidad
y
en
línea,
sacarle
jugo
a
las
obviedades
me
pregunté.
¿Quienes
integran
las
clases
dominantes
en
Argentina?
¿Por
qué
lo
son?
¿Qué
hicieron
para
serlo?
¿En
detrimento
de
quiénes
son
parte
de
esa
élite?
¿Qué
consecuencias
acarrea
su
codicia
insaciable?
Por
distintos
momentos
de
la
vida
me
inmiscuí
en
ese
mundo.
Conocí
su
pensamiento,
su
forma
de
hablar.
El
trato
que
tienen
con
sus
empleados.
Por
eso
me
aventuré
con
cierto
conocimiento
de
paño.

Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios

El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.

Durante
la
cuarentena
del
2020
comencé
a
escribir,
en
principio
con
una
mera
motivación
lúdica.
Soltar
la
mano
para
ver
hacia
dónde
me
llevaba
el
material.
Me
impuse
algunos
axiomas
caprichosos:
diálogos
cortos.
Muchos
personajes.
Que
ninguno
de
estos
personajes
sea
protagónico.
Una
obra
coral.

La
imagen
“velada”
a
la
que
remite
el
título
surge
de
las
fotos
que
muestran
una
fuga
de
luz,
una
falla,
que
se
asemeja
a
una
figura
espectral.
Como
si
un
espíritu
errante
quisiera
compartir
otra
vez
un
evento
familiar.
Ahí
surgió
la
idea
de
alguien
del
pasado
contemplando
el
presente.
¿Qué
podía
contrastar
con
una
fiesta
de
gente
de
clase
alta
en
un
country
de
zona
norte?
El
espíritu
errante
de
un
querandí
asesinado
en
esas
tierras
en
las
primeras
invasiones
españolas.
Un
espíritu
que
contempló
la
génesis
y
la
evolución
del
país.
Un
espíritu
que,
ante
su
imposibilidad
de
traslado
sólo
puede
enterarse
del
afuera,
a
través
de
las
cosas
que
ven
en
televisión
los
dueños
de
la
casa
que
habita.
Este
cruce
de
mundos
habilitaba
aún
más
las
preguntas
obvias
sobre
la
constitución
de
nuestra
sociedad.
Centrándose
más
en
las
dudas
que
en
las
certezas.
Por
ejemplo,
las
diversas
opiniones
sobre
la
figura
de
Sarmiento.

Una
vez
que
tuve
el
primer
borrador
de
la
obra,
empezó
lo
importante:
el
encuentro
con
el
otro.
Imagen
Velada
fue
una
obra
concebida
desde
el
cariño
y
la
necesidad
de
grupo.
No
sólo
motivados
por
la
obra
futura
sino
por
el
contacto
mismo
con
el
compañero.
Reunir
a
once
actores
y,
de
esta
talla,
no
es
tarea
fácil.
Que
se
lleven
bien
entre
todos,
es
un
milagro.
Desde
el
comienzo
hubo
un
espíritu
(valga
la
redundancia)
de
equipo.
En
este
proyecto
que
no
estaba
impulsado
ni
por
ni
para
el
dinero,
las
ganas
de
reunirse
superaban
al
hecho
artístico.
El
mate,
los
chistes,
los
chismes,
los
problemas
personales,
las
anécdotas,
algún
que
otro
llanto
o
berrinche,
vuelven
a
estos
reductos
humanos
trincheras
ante
tanto
embate
externo.

Ya
escuché
a
varios
colegas
y,
confirmo,
decir
que
el
teatro,
una
vez
más,
se
resignifica.
Quizás
no
sea
tan
popular
como
algunas
películas
o
series
de
plataforma,
pero
se
vuelve
un
refugio.
Un
lugar
de
resistencia.
El
contacto
con
el
otro
sin
pantalla
de
por
medio.
Escuchar
la
voz
del
otro,
ver
la
destreza
textual
y
física,
estar
expectante
del
fallo.
En
definitiva,
ser
parte
de
un
rito.
Primitivo,
necesario.
Ante
el
dominio
inevitable
de
lo
tecnológico,
cada
clase
de
actuación,
cada
ensayo,
obra
de
teatro,
danza,
recital,
varieté,
stand
up,
se
vuelven
como
pequeñas
sociedades
de
fomento.
Lugares
donde
el
espíritu
descansa
y
baila.
Son
obviedades,
sí.
Pero
a
veces,
es
bueno
no
evitar
lo
obvio.

*Autor
y
director
de
Imagen
Velada.
Martes
a
las
20.
Teatro
Astros.