Nicholas Hoult: “Quise ser Superman, pero Luthor me eligió”

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Con
una
carrera
que
comenzó
a
los
11
años
junto
a
Hugh
Grant
en
Un
niño
grande
(About
a
Boy),
Nicholas
Hoult
se
ha
consolidado
como
uno
de
los
actores
británicos
más
versátiles
de
su
generación.
Creció
en
la
serie
Skins,
se
ganó
el
respeto
de
la
crítica
en
películas
como
The
Favourite
y
The
Menu,
y
combinó
humor
e
intensidad
en
su
inolvidable
papel
de
Nux
en
Mad
Max:
Fury
Road.
Ahora,
Hoult
enfrenta
uno
de
los
desafíos
más
icónicos
de
su
carrera:
interpretar
a
Lex
Luthor
en
Superman,
de
James
Gunn.
El
film
no
solo
marca
una
nueva
etapa
para
el
universo
DC,
sino
que
ya
es
uno
de
los
mayores
éxitos
de
taquilla
del
año,
impulsado
por
un
tono
renovado,
un
héroe
optimista
y
un
villano
tan
inteligente
como
perturbador.
En
esta
entrevista,
el
actor
habla
sobre
el
peso
de
ese
legado,
el
placer
de
encarnar
a
los
“malos”
y
la
complejidad
de
humanizar
a
uno
de
los
antagonistas
más
famosos
de
la
cultura
pop.
El
mismo
Hoult
sostiene:
“No
quería
hacerme
a
Luthor
de
una
manera
que
fuera
obvia
y
diferente
a
los
antecesores.
De
hecho,
me
interesaba
más
ser
parte
de
un
legado
que
hacer
algo
radical
y
diferente.
No
quería
ser
diferente
solo
por
serlo.
Quería
entender
qué
había
en
el
Luthor
que
James
Gunn
encontraba
poderoso,
que
sentía
venía
de
las
historietas
y
que
podía
traducirse
al
cine.
Tenía
ganas
de
hacer
algo
comunal,
un
Luthor
vinculado
a
la
historia
del
cine
y
del
cómic,
a
lo
que
se
cree
que
Luthor
es”.
Y
suma:
“Todos
saben
que
mis
primeros
pasos
en
esta
película
tuvieron
que
ver
con
mi
intención
de
ser
Superman.
Finalmente
no
pasó,
pero
yo
quería
ser
parte
del
universo
de
relatos
de
James
Gunn.
Creo
que
cuenta
de
una
forma
bastante
particular
y
bastante
radical,
a
su
manera,
dentro
de
Hollywood.
Sabía
que
quería
ser
un
personaje
en
una
de
sus
películas,
y
cuando
vi
que
Peter
Safran
y
él
se
hicieron
cargo
de
DC,
empecé
a
tener
muchas
esperanzas.
Era
el
nombre
indicado
para
el
trabajo
indicado.
Fui,
hice
mi
prueba
y
mi
lectura.
Quise
ser
Superman,
pero
lo
divertido
fue
que,
cuando
tuve
el
guión,
había
una
pequeña
y
muy
intuitiva
parte
de

que
se
divertía
con
el
papel
de
Lex
Luthor.
No
quería
decir
eso,
me
lo
guardaba.
Termina
el
proceso
y
me
llama
Gunn,
y
me
dice:
‘¿Te
gustaría
ser
Lex
Luthor?’.
Yo
siento
que
siempre
lo
supe,
y
me
pone
contento
que
Gunn
haya
podido
leer
eso”.

—¿Qué
complejidad
creés
que
reviste
un
villano
como
Luthor
hoy?

—Lo
moralmente
complejo
de
los
mundos
de
Luthor
es
que
siempre
apelan
a
cierto
realismo,
en
lo
comercial,
en
el
poder.
Pero
lo
importante
es
que
los
villanos
suelen
tener
sensaciones
que
tienen
que
ver
más
con
lo
humano:
la
envidia,
el
enojo,
la
frustración.
El
odio
por
el
poder
y
querer
controlarlo,
ser
ellos
mismos.
Y
al
jugar
a
ser
villano,
poder
largar
eso
al
mundo
sin
filtro.
Tiene
una
serie
de
licencias
que
permiten
que
se
le
lea
de
diferentes
formas:
del
científico
loco
al
billonario
high-tech
que
quiere
poder
del
Estado.

Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios

El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.

—Has
hablado
de
cómics,
pero
es
un
poco
imposible
no
hablar
de
Gene
Hackman
a
la
hora
de
Lex
Luthor…

—Primero
lo
primero:
su
muerte
fue
una
tragedia
enorme,
y
él
fue
alguien
que
dejó
muchas
marcas
en
Hollywood.
Muchos
han
visto
en
Hackman
algo
que
pocos
han
superado.
Su
Luthor
fue
increíble,
eso
es
cierto.
Hay
algo
muy
lindo
y
aterrador
en
la
idea
de
interpretar
a
un
personaje
tan
asociado
al
nombre
de
uno
de
tus
ídolos.
Nunca
lo
pude
conocer,
y
hay
algo
de
todo
esto
que
me
hace
sentir
un
poco
cerca
de
él,
de
una
manera
extraña.
Es
interesante:
he
pasado
mucho
tiempo
de
mi
vida,
por
suerte,
con
Clint
Eastwood.
Él
conoció
a
Gene,
lo
dirigió,
trabajó
con
él,
y
eso
me
hizo
sentir
que
tenía
cierto
saber
sobre
lo
que
hacían
juntos.

—Luthor
es
un
billonario,
es
una
figura
pública,
es
un
genio:
algo
que
antes
era
fácil
de
pensar
como
ficción,
pero
hoy
ese
tipo
de
persona
aparece
en
varios
diarios
de
todo
el
mundo.
¿Cómo
lidiaron
con
eso?

—Sí,
hubo
una
idea,
o
un
momento,
de
“¿cómo
nos
sentamos
frente
a
esto,
que
hoy
define
gran
parte
del
mundo?”.
Gunn
tenía
una
idea,
yo
tenía
la
mía.
Lex
en
esta
historia,
su
manipulación,
su
persona
pública…
Pero
no
hubo
ningún
personaje
puntual
en
el
que
me
asentara
para
trabajar
desde
ahí.
No
es
que
pensaba:
“¡ah!,
tal
o
cual
nombre
vienen
perfecto”.
Solo
leía
cómics,
vi
diferentes
formas
del
personaje.
Por
ejemplo,
veía
la
forma
en
que
los
discursos
públicos
de
Elon
se
llevaban
a
cabo,
y
también
estaba
eso
del
mensaje
que
pretendía
ser
popular
pero,
al
menos
a
mis
ojos,
parecía
principalmente
basado
en
odio.
Hay
algo
de
eso,
del
billonario
hi-tech
que
no
logra
esconder
cierto
desdén
para
con
aquello
con
lo
que
debería
convivir,
que
era
importante
transmitir.

—Quería
preguntarte,
más
allá
de
que
obviamente
sos
un
actor,
¿qué
implicó
tener
a
“Superman”
frente
tuyo?
¿Hubo
algo
que
te
costara
procesar
o
que
rozara
lo
lúdico,
incluso
lo
infantil?

—Es
magia
pura.
Uno
de
los
momentos
más
cinematográficos
de
la
historia
son
generados
por
Superman,
por
Christopher
Reeve.
Todo
se
encuentra
tan
anclado
en
su
mito
que
cuando
lo
ves
pasando
a
tu
lado,
realmente
hay
algo
tuyo
que
se
sorprende
sobremanera.
Y
no
tiene
que
ver
siquiera
con
el
fanatismo.
Es
solo
esa
barrera
cruzada.
Hay
algo
que
genera
una
emoción
muy
puntual,
en
todos,
al
ver
a
Superman.
Cuando
ves
a
David
Corenswet
en
el
traje,
hay
algo
muy
espectacular:
sin
dudas,
no
podés
por
un
instante
dejar
de
ver
a
Superman.
Una
generación
va
a
decir
que
es
“su
Superman”.
David
logra
mucho
con
el
personaje:
logra
concentrar
su
pasado
como
mito,
su
presente
capaz
de
ser
posible
de
cualquier
cosa,
y
esa
maravilla
de
poder
ver
a
un
hombre
volando.
La
magia
de
hacer
una
película
de
Superman
es
realmente
poderosa.

Cuando
lo
vi
por
primera
vez
a
David
en
el
traje
de
Superman,
en
una
prueba
de
cámara,
fue
impresionante.
Fue
perfecto.
Se
sentía
perfecto
y
correcto.
Por
eso
es
importante
que
David
tenga
el
rol:
parece
Superman
cuando
lo
ves.
Él
quiere
acercarse
de
una
forma
muy
generosa
al
rol.
Y
eso
no
se
puede
inventar,
no
se
puede
fingir.
Lo
ves
a
David
y
querés
que
sea
Superman.
Lo
ves
y
pensás
en
el
ícono.

—¿Qué
es
lo
más
divertido
y
lo
menos
divertido
de
interpretar
a
Lex
Luthor?

—Lo
más
divertido
es
el
diálogo
que
escribe
James
Gunn.
James
juega
con
elementos
de
la
naturaleza
humana
de
una
forma
que
pocos
lo
hacen,
y
logra
eso
porque
tiene
un
marco,
desde
hace
rato,
como
los
superhéroes.
Hay
mucha
expectativa
en
esta
película,
mucho
fan
desesperado
–yo
soy
uno
de
ellos–,
y
como
actor
querés
que
todo
salga
perfecto.
Era
un
set
divertido,
pero
teníamos
una
presión
impuesta
por
nosotros
mismos,
entre
otros
factores.
Es
difícil
hacer
una
película
de
Superman
y
esperar
que
todos
salgan
felices
de
ahí.
Hicimos
lo
mejor
que
pudimos,
y
es
una
alegría
ver
estos
resultados.

—Has
trabajado
con
directores
muy
distintos,
desde
George
Miller
hasta
Yorgos
Lanthimos.
¿Qué
descubriste
en
el
set
de
James
Gunn
que
haya
sido
nuevo
para
vos
como
actor?

—Lo
que
me
sorprendió
de
James
es
su
nivel
de
claridad
emocional.
Él
no
solo
piensa
en
la
escena
como
estructura
narrativa
o
visual,
sino
que
tiene
una
intuición
muy
fina
sobre
el
tono
afectivo.
Me
daba
indicaciones
que
parecían
mínimas,
pero
cambiaban
todo.
A
veces
era
un
gesto,
una
pausa,
un
leve
cambio
de
ritmo.
Y
eso
me
ayudó
a
encontrar
una
versión
de
Luthor
más
contenida,
más
cerebral,
pero
también
más
dañada
emocionalmente.
Es
un
director
que
te
cuida
y,
al
mismo
tiempo,
te
empuja
a
lugares
nuevos.
Me
hizo
sentir
libre
en
un
universo
que,
a
veces,
puede
parecer
demasiado
grande
para
arriesgar.