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ENTRETENIMIENTO

Hay frases fundacionales en el cine argentino. No pueden faltar la de Héctor Alterio enalteciendo estar vivo en “Caballos salvajes”, aquella de China Zorrilla con la vecina copiona de ravioles y puchero en “Esperando la carroza” o el análisis inobjetable de Ricardo Darín sobre la falta financistas en “Nueve reinas”. Los cultores del cine independiente tenemos la nuestra, es “¡El sueño de mi vida! ¡5000 euros!”. La decía uno de los personajes de “UPA! (Una película Argentina)” allá por 2007 y las cosas no han cambiado para mejor. La saga que supo reflejar todas las locuras del cine independiente argentino ya va por su cuarta entrega, “UPA! Una primavera en Atenas”. Sus autores, directores e intérpretes son Tamae Garateguy, Santiago Giralt y Camila Toker, juntos conforman ese monstruo indie de tres cabezas hecho de diálogos zumbones, rodajes descarriados y coproducciones fallidas. En fin, la historia de nuestro cine hecho a pulmón contada con amor, humor, fechas de estreno sujetas a confirmación y cheques rebotados. Más argento no se consigue. Y si de malabares se trata, Tamae Garateguy es la reina del circo. Emblema del cine de género nacional, supo construir una carrera sólida y diversa cuando ni siquiera fantaseábamos con mujeres metiéndose de lleno en el terror, el policial, la acción, el fantástico o el cine erótico. Como prueba están sus películas “Pompeya”, “Hasta que me desates”, “10 Palomas”, “Auxilio”, “Las Furias” y la que se viene, “Hombre perro”. Santa Patrona indie, melena rosa, puño de hierro, mirada atenta, guiño certero. Tamae Garateguy, mucho cine como nunca. ¡Acción! Noticias: En este momento del cine argentino donde el INCAA alardea orgulloso sus cero películas financiadas, ¿el humor puede ser un arma para reflejar el estado de las cosas? Tamae Garateguy: La risa es un arma muy poderosa, por eso con Santiago Giralt y Camila Toker tenemos esta trieja que ya nos dio cuatro hijas llamada “UPA”. El humor para nosotros es una herramienta capaz de señalar, poner en foco temas, tender puentes y sobre todo generar preguntas. Es el territorio donde pararse e identificarse para ver situaciones que son duras desde un lugar más amable, pero no por eso menos cuestionador. En el caso de esta película no le escapamos al momento que está pasando nuestro cine, la comunidad artística y las mujeres, no solo las directoras, las productoras o las actrices, sino también las escritoras, las periodistas, las cantantes. El humor nos ayuda a afrontar esta experiencia en donde estamos recibiendo tanta violencia y agresión.  Noticias: En la saga de “UPA!” ustedes son el primer objeto a satirizar desde la exploración de ciertos clichés del cine independiente, que está siendo el más atacado en estos tiempos. ¿Cómo lo viven? Garateguy: Es así, empezamos por reírnos de nosotros. Pero formamos parte de varios grupos atacados por nuestra condición: mujeres, queer, artistas, miembros de la comunidad cinematográfica que es un blanco permanente. Decidimos hacer esta cuarta entrega de “UPA” como una película de protesta, es nuestra manera de responder que seguimos existiendo, porque a veces sentimos que nuestra simple existencia molesta. Por eso justamente salimos a contar lo que está pasando, cómo lo vivimos y también a ironizar sobre nuestra condición de seres que habitan estos grupos tan denostados... ¡para luego reírnos de tooodo lo demás! Noticias: Perdón, volvamos al tema de la trieja porque “UPA” está durando más que la mayoría de las parejas. ¿Cuál es el secreto para que perdure el vínculo durante tantos años? No voy a preguntar si están noviando como hacen en los portales... Garateguy: (Se ríe) Mirá, yo creo que a esta altura “UPA” es un mundo, una experiencia y te agregaría que también es un estado de ser. Es una manera de mirar y de mirarnos risueñamente a nosotros y a la realidad del mundo. A veces somos mordaces, otras cariñosos, nunca cínicos. Siempre estamos siendo y haciendo “UPA”, porque lo que estamos experimentando ahora probablemente sea lo que filmemos en 4 o 5 años. Noticias: Usted ha sido una de las primeras directoras argentinas que ha hecho carrera en el cine de género, algo que era considerado poco comercial y menos prestigioso. Hoy el género llena salas y gana premios, ¿cambió algo para las mujeres dedicadas al terror y la acción? Garateguy: Mirá, yo empecé en la era pre “Me Too” y noto una diferencia. Después de eso los feminismos se movilizaron, las chiquilinas tuvieron mucho que ver con el verdadero cambio en la sociedad. Una cosa son los movimientos ideológicos y políticos, pero creo que lo que realmente penetró profundamente en nuestra sociedad fueron las chicas que pusieron el tema sobre la mesa familiar. Eso sucedió de manera transversal en todos los niveles socioeconómicos y en personas de distintos orígenes, coincidiendo en el hecho de que hay cosas que ya no pueden pasar más. En el cine ocurrió lo mismo, se nota muchísimo la diferencia con otros tiempos. Recuerdo que cuando hice “Pompeya” y la presenté en 2011 en el Festival de Toronto, en la fiesta de los directores éramos 50 hombres y 3 mujeres. Eso es algo fuerte hasta desde lo visual  y fue cambiando, aunque no es la panacea. El techo de cristal sigue ahí, hay que seguir defendiendo nuestra participación porque todo es muy reciente. ¿Hace cuánto que pasó esto de un jurado con paridad en el Festival de Cannes y mujeres como Greta Gerwig o Juliette Binoche presidiéndolo? Es poco tiempo, se le pidieron modificaciones al festival recién en 2020. Hay varios temas, entre ellos la diferencia de sueldos de hombres y mujeres dentro de la industria que persisten. Noticias: Hace un tiempo entrevisté a Julia Ducournau, la primera mujer en ganar la Palma de Oro en solitario con su película “Titane”. Me dijo que mientras rodaba la película sabía que iban a destrozarla porque filmar la violencia es un territorio vedado para las directoras. ¿Es así? Garateguy: Primero, admiración absoluta por ella y por Coralie Fargeat, directora de “La Sustancia”. Tiene razón Ducournau, la mujer es como el reducto de la seguridad y el apego, es la figura de la madre, el amor, la que estará a pesar de todo. ¿Entonces qué pasa si se corre de ese lugar y empieza a usar los mismos elementos que los varones? Simbólicamente no hay lugar seguro adonde ir, ese es el motivo por el que causa tanta conmoción cuando una directora cuenta esas historias. Intranquiliza mucho, no se nos es permitido todavía. Lo que están haciendo estas directoras es tan importante, tan revolucionario y rebelde porque las mujeres recibimos violencia y pareciera que nuestra función social es devolver otra cosa, lo cual es una capacidad de todos los seres humanos, no solo de las mujeres, pero de nosotras se espera siempre eso. En la industria hay algunos géneros que son privativos hasta el día de hoy, en el cine de acción, por ejemplo, las mujeres casi no existen como autoras, serán el 1 o el 2 por ciento, por eso voy para ahí, me gusta meterme en los lugares más difíciles.  Noticias: La única directora referente indiscutida dentro del cine de acción sigue siendo Kathryn Bigelow. Dígame, Garateguy, ¿cuál es su “Punto límite”? Garateguy: ¡Ay, ayyy! (se ríe) Ahora tengo un proyecto que me gusta mucho y ojalá se dé como lo estoy craneando. Mi próxima película se llama “Perro diablo” y se desarrolla en el mundo de las mujeres de la lucha libre. Es sobre cholitas luchadoras y un personaje mitad argentino y mitad japonés que es artista marcial, que se juntan en búsqueda de venganza. Y esto me hace retomar  lo de la rebeldía de la que hablábamos antes. ¿Por qué a riesgo de equivocarme no puedo meterme a representar la violencia? Sino esos relatos quedan exclusivamente del lado de los varones, no me refiero a los hombres en tanto personas, sino a los mandatos que tienen que ver con la masculinidad y su narrativa. Cuando una mujer representa estos temas tan arraigados tradicionalmente con la mirada masculina pasan otras cosas. Noticias: ¿Cambian las preguntas y las respuestas? Garateguy: Sí, porque estás parada en otro lado. Cuando hice “Pompeya” me preguntaban dónde estaban mis hijos mientras filmaba y si sabían lo que hago, ¿me  entendés? ¿Vos te imaginás a alguien preguntándole eso a un señor? No tendría que ser así, porque ese lugar de amor y protección también puede darlo un hombre, son roles que se pueden mover. ¡Por todo eso las directoras que hacemos cine de género somos las más rebeldes! (se ríe) Noticias: Entre las categorías que maneja el cine está la de la chequera o el prestigio, ¿se puede escaparle al esnobismo ? Garateguy: Yo creo que sí y la manera para hacerlo es mediante el humor. Lo kitsch se ríe de sí mismo, pero una de las características del esnobismo es tomarse muy en serio ciertas estéticas, mirá cómo se enojan con películas como “The Square” que ironizan con la pertenencia y el ascenso social, a mí me encanta la visión ácida de su director Ruben Östlund, ¡me da mucha risa! Cruza fronteras escenificando el cinismo al que puede acceder la clase privilegiada del arte. Reconocer la mueca y reírte de eso con el otro genera una complicidad que rompe con la pose. También te puede interesar Galería de imágenes En esta Nota
Siempre hay una mirada contra lo establecido. El conservadurismo es muy difícil de sacarlo, y es difícil sacarlo del pueblo argentino. Siempre hay una mirada que va a hablar de la ‘loca de mierda’, del ‘puto de mierda’, siempre. Negro cabeza, todo lo que le quieras poner. Somos maravillosos y somos jodidos” dice Moria Casán, junto a Jorge Marrale. Ambos son los protagonistas de Cuestión de género, la pieza de Jade-Rose Parker que se puede ver de miércoles a domingo en el Teatro Metropolitan. Ambos son leyendas de la actuación, comprometidas siempre con diferentes momentos del país, y celebran la oportunidad de trabajar juntos. Los actores insisten que “la gente se va a sorprender, porque nunca se habló con esta crudeza de esta situación. Es un espejo, nos guste o no”. Marrale suma: “Me conmueve el rol que tengo, que es el de alguien que descubre, se sorprende, se enoja y se transforma. Me emociona que, en una pieza que tiene algunos ribetes de cierta comedia, se hable de un tema tan trascendente. Lo que sentí en los ensayos fue cómo el público queda conmovido por lo que sucede. Se sacude. Entra la piña. Entra en el sentido de que se siente que hablamos del ser, del querer ser, de cómo querés ser y de cómo banca el resto para que vos seas”. Y suma entendiendo que una obra que habla de lo trans en plena Avenida Corrientes, con Moria Casán en escena, no es algo menor, y que genera un arco de lectura de nuestros momentos, lo quiera o no: “Hay algo en lo que sucede, hay muchas revelaciones sobre un tema que generalmente no se habla tanto. No se conoce el trasfondo de cómo es una transformación. Estos personajes conviven en el descubrimiento. Y además, hay un político, alguien con una vida azarosa a ojos públicos. ¿Cómo sostiene este engaño y no se da cuenta? De lo que uno espera, el reírnos, bueno… epa, ¿qué está pasando ahí? La autora mete la vara donde hay que meterla. ¿Me querés por lo que soy? ¿Por lo que fui? ¿Por qué me querés? Si todo lo que desconocés del otro te tira al piso o te hace decir ‘vamos para adelante’”. —¿Qué sienten al contar esta historia puntual en un momento que ciertos discursos vuelven a circular con valor incluso a nivel institucional, discursos de odio hacía identidades sexuales? JORGE MARRALE: Hay un momento en que aparece un aspecto de deshumanización bastante grande, demasiado para mi gusto. La máquina andaba, y ahora frena y va para atrás a una velocidad que me sorprende. Y empiezan a aparecer algunos cuestionamientos. Todo lo que se dijo: ¿se sostuvo porque era verdad o era un panfleto? Mi personaje lo dice en un momento. Hay algo ahí que nos interpela a todos, en el sentido de decir: “Che, ¿cómo nos macaneamos con todo esto? ¿Qué sucede con los ataques a personas que tienen una forma de vivir?” Hay una mirada política sobre eso. ¿Cuáles son los factores que generan que esto vaya para atrás? ¿El amor dónde está? Tiene todos esos cuestionamientos. Y aparece ahora en Calle Corrientes. Esto no les gusta a los autoritarios El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad. MORIA CASÁN: Hay algo que se lleva en la sangre. Además, creo que la gente trans, que vive su vida con su marido y su familia, se plantean tanto y tantas cosas. Ya está establecido así. ¿Quién sabe lo que ocurre ahí entre las paredes? Lo que nos pasa a nosotros, a nuestros personajes, es que él vive para el afuera, es un político. Su personaje No me perdona la postiza. Es un rol que me estaba esperando. Me estaba esperando este guante. Yo empecé siendo una trans en el teatro de revista, vestida de Chaplin. Sin saber que iba a debutar, debuté haciendo un striptease vestida de Chaplin. Mirá, con un bigote casi hitleriano. No empecé de dandy, sino de Chaplin. En un teatro que está a una cuadra de acá. Yo fui una transgresora de mi propia historia. —¿Por qué creen ustedes fueron los elegidos para contar esta historia? C: Me conmueve que hayan pensado en mí, porque yo siempre transgredí mi propia imagen. Me formé, me transgredí, estuve elegida por el universo porque nunca hice casting de nada. Me maravilla hacerla con Marrale, que entiende todo. Es la primera vez que trabajamos juntos. Es muy arriba. No es solo dar letra, es pasión, entrega y compromiso. Yo siempre hice esto como un movimiento de libertad, nunca de oportunismo, nunca saqué ningún rédito. Siempre se sintió como una verdadera libertad. Ahora hago una trans en Calle Corrientes, que es mi templo, en un teatro donde hice temporadas con Porcel y Olmedo. Ahora, en este momento de mi vida y del país, hacer una trans es hermoso. Estamos levantando una bandera, una verdad que hay que entender. M: Te cuestiona en términos de cuántas mentiras nos sostenemos en la vida, cuántas mentiras elegimos y para qué. Hay veces que no queda otra alternativa. Se sacrifica el ser porque la sociedad te marca, empieza a señalar y a rechazar. —Moria, siempre lograste ser diferente y popular, ¿qué implica este rol entonces? C: Yo tengo unos padres maravillosos. Nunca sentí que me dieran un mal amor o que me sobreprotegieran cuando era niña. Pero cuando vieron que yo tenía otra cabeza, en esa época en que se usaba otra cosa, me hicieron electroshock. Me crié como si hubiera sido transgénero, trans, porque era mi cabeza... no les pasó factura, los entendí. Me hicieron tests, me sentaron y me dieron. Mi viejo no entendía mi cabeza, cómo me rebelaba contra el ser, él era milico y me criaron con todo el amor y todo lo que se podía. Siempre me sentí igual, que fuera una trans, que en lugar de tener vagina tenía pene. Siempre me sentí muy fálica. Yo los perturbaba. ¿Cuál era mi historia? Aprendía piano, baile, todo, pero no me entendían. Yo siento en el escenario que me hacen una ecografía. Vengo de hacer Brujas hace más de 30 años. Cuando aparece el humor en el segundo acto, la gente se siente aliviada. El público queer puede ser muy bravo para ver algo así. Va a estar atravesado por la circunstancia. —¿Qué los emociona de estar en un escenario y contar? C: Que nos hayan elegido como dupla. Que, ojo, los productores me ofrecieron otras cosas, pero me dijeron Marrale, y solo hicimos Doble Vida. Somos iguales. No nos interesa que nos digan cuántas entradas se vendieron. M: Me gusta que acá no se baja línea. C: Acá no se adoctrina. Estamos trabajando juntos y es muy placentero. El teatro es balsámico para quien lo hace y para quien lo recibe. Siempre te mueve la estantería, no hay forma de que eso no suceda. Nadie se salva. M: A mí me gusta contar esta historia. Es un momento importante para hablar de esto. Están sucediendo cosas extrañas. Hay caídas. ¿Qué pasó? Lo que se construyó para sostener, para dar lugar a las transformaciones, y demás, ¿ahora esto? La manera en que hacemos la obra va a exponer algo, habla con algo. Se puede llegar a discutir mucho. C: A mí me gusta atravesar siempre los estadíos de mi país contando cosas. En las piezas que he hecho, por ejemplo, en el teatro de revista donde me formé, sos una cosa, pero no me cosificaba. Que sepan que son sujeto y no objeto. Mis respuestas están en mi trabajo, en seguir transgrediendo. Fui lo más permitida incluso en el gobierno militar. Yo salía en bolas y no me decían nada. Es algo loco. Y no era protegida ni amante de nadie. Ni sabían cómo me llamaba. Decía “país de cabotaje”, mis frases, me sigo construyendo en cada cosa que hago y no me voy a deconstruir. Mi respuesta siempre a cualquier cosa es el trabajo. Y el trabajo ahora es hacer una trans. Es una posibilidad que tengo en el teatro, porque no hay televisión para los actores. Acá trabajamos de miércoles a domingo, yo trabajo siempre, esté quien esté y pase lo que pase. Quiero hacer cosas que me movilicen. Es lo más importante que puedo hacer: tenemos que tomar conciencia. Hay que tener empatía con el otro. Ayer alguien me vino a pedir una foto y me agradeció porque acompañé al colectivo. Tenía problemas con la hija y me pidió consejo. Ella se emocionó: la gente me agradece lo genuino.
Ser Carlos Belloso a veces es muy divertido. Soy feliz siendo Carlos Belloso. Me reconocen por los trabajos, me reconocen por mi compromiso político. A veces la invasión de la gente me produce algunas fobias y me pone un tanto nervioso, pero el saldo es positivo”. Con ese capital cosechado, el actor, célebre por sus actuaciones en series como Tumberos o la telenovela Sos mi vida, ahora hace ¡Kapuska! Un peronista suelto en Moscú. En esta obra de teatro, encabeza un elenco donde están Alejandra Oteiza, Beto Bernuez, Pepe Arias y Eduardo Marcos. El texto es de Max Delupi y Florencia Aroldi; la dirección, de Curly Jiménez; la dirección de arte, de Daniel Santoro; la dirección general, del propio Belloso. Las funciones van en dos salas, días y horarios distintos: viernes a las 21 en el Palacio El Victorial (Piedras 722) y sábados a las 20 en Teatro El Vitral (Rodríguez Peña 344). —¿Por qué te interesó participar de este proyecto? —Porque le veía mucho potencial como una mirada que necesitamos ahora, como una mirada que se comprometa con el momento actual y aúne ideologías para enfrentar a un gobierno que no cumple con su palabra. Le vi mucho significado histórico, simbólico y actual. Esto no les gusta a los autoritarios El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad. —¿Quién es tu personaje? —Pedro Conde Magdaleno es un sindicalista gremialista de pastelerías y afines, en la década del 40, del primer peronismo, un gobierno que apuesta a que el trabajador sea fortalecido en sus conquistas sociales. En el 47, le ofrecen ser agregado obrero y llega a ser casi diplomático. Entonces, va con su familia a la Embajada Argentina en la Unión Soviética, y se ve a mi personaje en esas circunstancias. —¿Cuál es tu mirada sobre el sindicalismo en la actualidad? —La actual representación del sindicalismo en la CGT tiene una forma que, a mi gusto, hay que rever, para enfrentar estos momentos. Pero individualmente los sindicalistas en cada línea son diferentes. Uno puede apoyar tal o tal postura. Los gremios tienen que ser más desafiantes, y el sindicalismo unido en la CGT tiene que ser uniforme, con un plan de lucha efectivo y líneas concretas para combatir a este gobierno. —¿Qué significa que tu personaje sea peronista, y qué significa ser peronista hoy? —Mi personaje es un idealista peronista. A él le significó ascenso social y pasar de trabajador de la panadería, a secretario del gremio y a agregado obrero. Ser peronista hoy es volver a la identidad, a la doctrina, a empaparse de lo que podría llegar a ser un peronismo, un movimiento grande que aglutine distintas ideas, pero con un vector doctrinario: tercera posición, justicia social, soberanía política e independencia económica. Creo en el peronismo y sus ideas, pero también en un movimiento que aglutine otras formas, sean progresismo o democracias de centro. —En ¡Kapuska!, ¿hay una toma de posición sobre los totalitarismos? —En ¡Kapuska!, el totalitarismo es el stalinismo. Y el peronismo aparece contraatacando eso. Si bien Stalin para muchos rusos es el padre de la patria, uno se topa con purgas, crímenes de Estado, gente comiendo de la basura, industrias trabajando a destajo sin cumplir con los ideales marxistas, comunistas. Pedro Conde Magdaleno, al ser un peronista idealista, se entristece con eso y trata de combatir a un régimen opresor. —¿Cómo surge el humor a partir de este planteo de la obra? —Este personaje está en la Guerra Fría; no está en una oficina, un escritorio, sino en el campo de tareas. Ve al obrero, ante un Estado que no cumple con los derechos mínimos. Entonces, el humor se genera en la imposibilidad de un momento histórico difícil, donde entran el espionaje, el boicot y la persecución. Y un peronista que quiere peronizar a la Unión Soviética (un trabajo titánico, muy costoso) genera mucho humor. —En tu trayectoria, has participado de producciones grandes, tanto en teatro, como cine y televisión. En esta obra y también en la anterior (“El aparato”), estás haciendo teatro independiente. ¿Por qué? —El teatro independiente da poco para vivir, pero genera una posibilidad de probar nuevas cosas que, quizás, en otro tipo de teatro más comercial o en otros formatos, no se puede conseguir. Para mí, el teatro independiente no es dinero, sino lograr experimentar ciertos lenguajes que en otros lugares no puedo. Al mismo tiempo, es una modalidad de producción que es de relativamente fácil factura. Si bien hay que conseguir dinero para escenografías o vestuarios, se resuelve más fácil. Frente a la idea que uno tiene y no puede conseguir, surge el experimento y se subraya la actuación ante la imposibilidad de una producción grande. Contra el desguace A.M. —¿Cuál es tu evaluación del presente político de la Argentina, por la cual esta obra que estás haciendo vendría a hacer un aporte? —Este gobierno es una de las peores cosas que nos han pasado en los últimos años, porque concretamente no respeta la democracia. Dijo: “Vengo a destruir el Estado”. El Estado somos nosotros; el Estado es lo que nos protege a nosotros. Este gobierno es un destructor de los derechos adquiridos y de luchas que han costado trabajo, sacrificio, vidas. Al mismo tiempo, el Poder Legislativo está totalmente acorralado por el Ejecutivo, que veta leyes y, con Decretos de Necesidad y Urgencia, no pasa por el Congreso. Y la Justicia reinterpreta la Constitución a su manera y tiene privilegios de otros tiempos, de tiempos monárquicos, como no pagar ganancias. La democracia ha llegado a un límite de lo posible, en arbitrariedades e injusticias. —Has participado de proyectos de pantalla nacional; en el último tiempo, de pantalla internacional. ¿Cómo analizás ese desplazamiento? —La TV está totalmente desmantelada, como muchas industrias o pymes. Las pantallas de producción nacional tendrían que activar más fuentes de trabajo y generar ficciones que sean comprometidas con la realidad. Las productoras como HBO o Netflix son trabajos que uno agradece, pero a veces cuentan historias de las que uno está alejado porque hay que mostrarlas al mundo. El caso de El eternauta es especial: cómo contar una historia bien nacional y llevarla al mundo. Para hablar de El Eternauta, cabe la frase “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”.
Decir Florencia Peña es sinónimo de actuación, canto y baile, pero siempre con una sonrisa en su rostro. Ahora se la puede ver de miércoles a domingo en el Teatro Astral encabezando el espectáculo Pretty Woman. El musical. Lo hace con la dirección de Ricky Pashkus y junto a un numeroso elenco integrado por Juan Ingaramo, Alejandra Perlusky, Mariano Condoluci, Alfredo Staffolani, Walter Canella, Leo Bosio, Mariano Magnífico y varios más. Acaba de bajarse del éxito de Mamma mía, que continúa ahora con Marisol Otero y deberá luchar con la imagen de Julia Roberts en la célebre película de 1990, pero esta versión musical se estrenó en los Estados Unidos en el 2018. Además de contar con cinco músicos que interpretan en directo, algo cada vez más infrecuente, hay que subrayar la decisión de tener entradas que se consiguen desde $ 12 mil. —Encarnás a una prostituta: ¿qué diferencia tiene con las anteriores? —¡Es mi cuarta! Hice Sweet Charity. Cabaret y Disputas en la televisión. A mí me parece que la de Sweet Charity era una joven que estaba buscando quién quería ser, salir de ahí, pero no era feliz, alguien muy inocente y frágil. En esta versión hay algo de lo moderno, tiene que ver con una mujer tratando de encontrarse y tomándose el tiempo de decir: “pará ésta no quiero ser yo.” Es alguien que necesita creer en sí misma. Hay algo del empoderamiento que me parece moderno. Esto no les gusta a los autoritarios El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad. —¿Fue difícil elegir después del éxito de “Mamma mía”? —Nunca había hecho dos musicales pegados. Siempre voy por más, no quiero hacer nada de taquito. Necesito tomar clases, prepararme y sentir que voy a hacer algo distinto o más difícil. Mamma mía hablaba de la maternidad y la elección de ser madre soltera, una empoderada. Había una frase que la hicimos nuestra en el elenco: “el techo me lo arreglo sola”. Pero Vivian pertenece a otra clase social, a la que necesitamos ver y tenemos que tender una mano. Me gustó el libro, las canciones de Brian Adams y las letras de Pretty woman, donde no se romantiza a la prostitución. Es una mujer que no encontró su destino, ni sabe quién es. Ella al final rechaza el dinero, porque espera el amor. En un mundo donde pareciera que hay que tener plata para comprar cosas materiales y tener estatus. Aquí se muestra que el estudio es una salida, un camino. Es una luz, porque te da la posibilidad de mejorar en la vida. Además aparece la solidaridad con el que está al lado. Muestra la empatía, a ella la discriminan, pero otros la ayudan. Es poder vibrar con el corazón del otro. —¿El espectáculo le responde al mundo actual? —Con el avance del capitalismo, el mundo se ha puesto cada vez más con el libre mercado. No solamente en Argentina, donde lo estamos viviendo con mucha virulencia, sino en todos lados parece que si no tenés dinero, no existís. Si no supiste hacer plata te tenés aguantar y te morís de hambre. Lucho contra eso y tengo tres hijos, que estoy criando fuera de este pensamiento. En un mundo tan hostil, que alguien tienda una mano a otro que la necesita, ya me parece un hermoso mensaje, en estos momentos. —¿Qué recuerdos te dejó “Casados con hijos” en el teatro? —Tengo mi amor y mi odio por Moni, era mi estigma. Nunca pensé lo que iba a pasar después, los veinte años de repetición. Decidimos llevarlo al teatro porque la gente nos lo pedía. Fue impresionante ver el Teatro Gran Rex entero gritar. El nombre de nuestros personajes. Siento que Moni atraviesa la grieta, es alguien que quieren unos y otros. No importa lo que piensen. Tengo una postura, una manera de mirar la vida. Lo expreso y hay gente que le gusta y otra que no. Lo que he podido hacer en este último tiempo es que me venga a ver gente que no piensa como yo y eso está buenísimo. Me lo dicen y lo siento. —¿Creés que pudiste vencer a la grieta? —Sí, porque el arte es más fuerte. Sería un pensamiento muy sesgado si no ven a Darín por lo que dijo del precio de las empanadas. Me dediqué a hacer reír. El agradecimiento que recibimos los que hacemos comedia, es muy grande. Recibo mucho amor por hacer reír. No sabés quién está del otro lado necesitando una sonrisa en un momento difícil. Hemos sido parte de salvar momentos duros de mucha gente sin saberlo. Nunca, jamás recibí en la calle odio. A lo mejor pueden algunos ser indiferentes, los que no piensen como yo, pero no recibí palabras feas. Todo lo contrario, siempre hay mucho amor conmigo y agradecimiento porque los he hecho reír. También les gusta mi manera de ser mamá, por mi libertad. —¿Con más de cuarenta años de profesión te arrepentís de algo? —No me arrepiento de nada, incluso de las cosas que por ahí han sido duras y dolorosas, porque me han hecho crecer y evolucionar. Soy quien soy más por mis caídas que por mis éxitos, porque con ellos una no se pregunta nada. Con la caída tenés la sensación de estar siendo más fuerte y que te vas a sobreponer. —Hace muy poco desde un programa de TV te acusaron de formar parte de una organización de trata de personas... —Llega un momento donde se me pone en un lugar de buscarme, de ver dónde pueden encontrar la grieta para meterse y decir: “ves que no es alguien creíble”. El que me odia o no le gusto no va a cambiar. Todo lo que me han dicho en los últimos años, no es para convencer a los ya convencidos, sino para convencer a los que me bancan. Lo que pasó con esta denuncia, sigo sin entenderlo, pero no me quiero detener porque sé que no es verdad, es una mentira. Estoy tranquila y es una más de las que me han hecho. Pero no deja de dolerme que se metan conmigo cuando yo no me meto con nadie. —Tenés tres hijos en una sociedad como la Argentina actual: ¿cómo decidís educarlos? —Somos una familia fuerte, que no nos entran mucho las balas. Ellos básicamente fueron criados por mí, que me ha pasado de todo y me han acompañado. Me quieren tal cual soy y bancan mi libertad, como lo hago con ellos. Mis hijos son divinamente diferentes y eso me encanta. No fui una madre estándar, fui distinta para cada uno. Realmente elegí ser mamá. Siempre fui una laburante y nadie me regaló nada, ni me mantiene. Soy una mujer muy independiente con mi dinero. Mis hijos han visto a alguien que se esfuerza, con tenacidad y que no se derrumba fácilmente. Con los hijos no es tanto lo que uno dice, es más lo que se hace. Hay que ser bueno, respetuoso, empático, pero si vos no sos así, no sirve. —Varias veces dijiste la palabra libertad… —Siento que está muy mal utilizada en este momento. La libertad no es la libertad de mercado. Es tener opciones para que una pueda elegir, pero si no tenés para comer, no tenés libertad. No estoy de acuerdo con esta batalla cultural. Soy una persona que vive en esta Argentina a la que amo y siempre voy a querer que a los gobiernos que estén de turno les vaya bien. No estoy de acuerdo con el odio, ni con la falta de empatía. No puedo creer lo que está pasando con el Hospital Garrahan, me parte el corazón. Lo mismo con los jubilados y con el área de discapacidad. Estamos en democracia y siempre voy a preferir vivir en este sistema. Necesitamos un Estado eficiente, con un Incaa y un Instituto Nacional del Teatro. En nuestro espectáculo somos setenta personas entre los que están frente al público y atrás del escenario. No es un gasto la cultura, por el contrario genera miles de puestos de trabajo. Cuando nos va bien se llenan los restaurantes y los garajes. Quien gobierna tiene que gobernar para todos y todas, le guste o no le guste.
Teníamos muchísimas ganas de volver a trabajar juntos con Cecilia Chiarandini después de la preciosa experiencia que tuvimos con Alezzo y Dominichi en Lo que no fue de Noel Coward. Ceci encontró y tradujo está obra de Stephen Belber, prolífico autor norteamericano, que había tenido sus estrenos con gran repercusión en Broadway y Londres. Me la acercó con entusiasmo para que la hiciéramos juntos y cuando la leí coincidimos plenamente en que era el material que estábamos buscando, era para nosotros, la estructura de la historia, de los personajes y de la relación de ambos, era aquello que habíamos esperado encontrar después de leer muchos materiales, la mayoría traducidos por Cecilia. Leímos la obra muchas veces juntos compartiendo pensamientos, posturas, y hasta nuestros recordatorios personales: ella como una chica de Buenos Aires que en su adolescencia había en la playa argentina y yo con la historia de mi infancia y adolescencia en el campo y el mar, y que luego a partir de mis diecisiete años en Buenos Aires, al igual que ella y sin conocernos todavía, comenzábamos una sólida formación teatral con el mismo maestro, Agustín Alezzo, con ecompartiríamos luego décadas de trabajo. Para la adaptación nos pareció oportuno alojar la historia en Miramar, un lugar de playa precioso cargado de imágenes, de sensorialidad y de recuerdos adolescentes para muchos. Esto no les gusta a los autoritarios El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad. Luego pensamos que era un material para que lo trabaje una directora y se lo propusimos acertadamente a Merceditas Elordi, a quien afortunadamente le gustó y nos dio un rotundo sí. De esta forma comenzamos un proceso certero y profundo que nos lleva con felicidad a estrenar Memoria de un crepúsculo. Está historia de Magui y Juan comienza finales de la niñez y principios de la adolescencia, es un disparador para nuestras propias historias de esas épocas donde el amor, el deseo, la incertidumbre y las ganas de un futuro feliz se mezclan despertando una revolución en nuestro interior. Fue un precioso proceso, que ensayamos en Buenos Aires a partir de octubre del año pasado, luego en enero continuamos en Mar del Plata, porque nuestra directora y yo estaríamos allí, Cecilia se sumó e hicimos un proceso intensivo muy productivo: nosotros dos estudiábamos letra juntos por la mañana y por la tarde trabajamos con Merceditas la puesta. Y uno de esos días hicimos las fotos del espectáculo en la playa de Chapadmalal, en un fascinante amanecer; gran experiencia de los tres junto a nuestro escenógrafo e iluminador Edgardo Aguilar y una fotógrafa exquisita, Laura Elizabeth Ibarborde. El gran tema de nuestra obra es la posibilidad de tener una segunda oportunidad. ¿Damos esa posibilidad, tenemos esa posibilidad? ¿Qué nos sucede con las contradicciones de la propia humanidad? ¿Qué sucede en nosotros con la memoria de lo vivido y qué hacemos con ello en nuestro presente? Tema que ha atravesado mí búsqueda y tránsito artístico, y que pronto me encuentra como director también montando en el Teatro San Martín la obra del autor español Alberto Conejero, La piedra oscura, texto sobre la herencia, la memoria, la guerra que me tiene también muy entusiasmado, porque sumado a un muy buen texto, también al igual que en Memoria de un crepúsculo trabajaré con un equipo de excelencia. Son dos propuestas en esta primera mitad del año, una como actor y otra como director que me tienen muy entusiasmado y son grandes desafíos que me llenan de orgullo. Y se suma una labor intensa de formación de actores y un montaje en España. Esa es la razón por la que trabajo con tantos autores españoles aquí y allí, como Sanchis Sinisterra, Conejero, Eva Hibernia, Albert Tola. *Actor y protagonista junto a Cecilia Chiarandini la obra Memorias del crepúsculo, del norteamericano Stephen Belber, dirigidos por Merceditas Elordi.
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Egresada de la Facultad de Arte de Tandil -su ciudad natal-, Fernanda Metilli llegó a Buenos Aires en 2006 con el sueño de ser comediante y hoy se desempeña en dos de las obras más taquilleras de la cartelera teatral porteña. Una, la humorística “Somos las chicas de la culpa”, junto a Connie Ballarini, Malena Guinzburg y Natalia Carulias, en El Nacional. La otra, “Empieza con D, siete letras”, con dirección del laureado Juan José Campanella (también autor de la pieza, junto a Cecilia Monti) y como dupla de Eduardo Blanco, en el Politeama.  Allí, Metilli -que viene de hacer ‘Exit’ y antes ‘Matilda’- y el llamado “actor fetiche” de Campanella encarnan una sentida y reflexiva historia sobre el amor y las segundas oportunidades. En este caso, entre dos personas de distintas generaciones (ella de 40 años, él de 65) y diferentes experiencias de vida. Temas que la actriz y standupera aborda en esta charla con NOTICIAS, además de otros tópicos como este nuevo desafío interpretativo, la convivencia, la maternidad y sus 10 años en pareja con el también comediante, mago y músico Agustín “Soy Rada” Aristarán. Noticias: Cuando Campanella la contactó por WhatsApp pensó que era un chiste porque ahí él no tiene una foto suya. Pasado el asombro, ¿le preguntó por qué la eligió?  Fernanda Metilli: Así tan directamente, no. Cuando empezamos a hablar, me dijo que creía que el protagónico femenino era para mí, por el tipo de humor que hago. Y después me contó que me había visto en “Como el culo” hace ya ocho años, en “Chorros” y en “Inmaduros”. También me dijo que había visto algunos videos que hago con Agustín en YouTube. Lo que llenó de orgullo, porque siento que me vio bastante antes de proponerme el papel. Noticias: Leído el guión, ¿sintió de entrada que el papel era para usted? Metilli: Sí. La historia me sorprendió, porque yo nunca tuve una pareja con mucha diferencia de edad, pero las situaciones y las respuestas de Miranda a Luis, el personaje de Eduardo, enseguida me parecieron muy divertidas. Las partes tristes, que también van a fondo, me generaron algo de miedo, porque yo no profundicé en eso como actriz. Juan no tenía dudas de que lo gracioso lo iba a hacer bien, pero las partes dramáticas -él mismo me lo dijo- eran una incógnita. Ahí arriesgábamos a pleno. Pero esa combinación de comedia y drama, tan equilibrada y tan típica de Juan, me encantó de inmediato. Noticias: ¿Cuál fue el mayor desafío que le presentó el personaje?  Metilli: Su ternura y sus momentos de fragilidad, porque si bien Miranda es una mina muy fuerte, en una segunda lectura noté que también tiene una parte rota. Lo que me llevó a ahondar en otro campo de la actuación al que yo no estaba acostumbrada. Entrené eso en la facultad, pero no laboralmente. Aunque el cuerpo se acordaba, estaba todo ahí; y ahora cada función es un entrenamiento. Noticias: Me decía que no tuvo parejas generacionalmente dispares. ¿Es prejuiciosa en ese sentido?   Metilli: Sí, bastante. Sobre todo con los hombres, porque de parte de la mujer lo entiendo un poco más. Pero el prejuicio lo tengo con los “pendeviejos” que se levantan chicas de 20, no con gente de las edades de Luis y Miranda, porque ellos ya son personas maduras. En esta historia, la diferencia generacional pasa a un segundo plano, porque básicamente es una historia de amor. Noticias: Campanella y Blanco trabajaron mucho juntos y, además, son amigos. ¿Cómo fue incorporarse a esa dupla? Metilli: Aprendí mucho. Porque si bien ellos son un equipo, en algunas cosas no coinciden, y en eso son muy transparentes. Y ver cómo llegaban a un equilibrio, fue fascinante. Disfruté mucho de ese proceso creativo. Ambos, además, son muy generosos y no tuvieron problema en escuchar mis sugerencias. Nunca los sentí como un bloque, porque tienen una sencillez que los hace muy cercanos.  Noticias: En un momento de la obra, Luis y Miranda se plantean el tema de la convivencia, asunto al que usted no adhiere en su vida personal. ¿Le movió algo internamente eso que plantean los personajes?    Metilli: Sólo se me presentó cuando leí la obra. Ahí pensé: “¡Están locos! ¡Quédense cada uno en su casa! Después me adapté a los personajes y todo bien. Noticias: ¿La no convivencia con su pareja fue de común acuerdo? Metilli: Al principio Agustín me propuso convivir y yo le dije que no  Creo que me lo propuso porque fue papá muy joven, vivió mucho con la mamá de Bianca y nunca había vivido solo. Ahí yo le dije: “¿Estás loco? Primero, tenés que aprender a vivir solo y después ves si querés convivir”. Hoy los dos disfrutamos de tener cada uno su lugar y de juntarnos cuando queremos. Noticias: ¿Descartaron convivir entonces? Metilli: Hoy no es una necesidad, pero en algún momento puede ser. Ambos tenemos claro que debería ser en un lugar muy grande o en dos casas, una al lado de la otra, unidas por un puente.  Noticias: Pero eso cuesta mucho dinero... Metilli: Sí, por lo que por ahora seguiremos así (risas). Noticias: En “Matilda” encarnó a una madre que, en verdad, no quería tener hijos. ¿Qué piensa de la maternidad? Metilli: Nunca tuve el deseo de ser madre. Soy feliz con mis sobrinos y con los hijos de mis amigas, pero yo no me veo criando a una persona, no me veo con esa responsabilidad. Me parece una locura traer un hijo al mundo sabiendo que no quiero cambiar nada de mi vida. Hay muchas mujeres que tuvieron hijos porque los tuvieron que tener, por mandato. Mi mamá, sin ir más lejos. En esos casos pienso: “¡No! ¡Pobre!”. Y si algún día quiero tener un hijo y ya no puedo, adoptaré. De hecho, vivo adoptando perros. Noticias: Hábleme de su rol de “mamastra”, como dicen usted y Bianca.  Metilli: Me encanta ser su “mamastra”. No sólo porque zafé de ponerle límites, sino porque ahora, que está estudiando en el IUNA y va a castings, compartimos mucho de la profesión. Noticias: Dalia Gutmann dice que el stand-up es el arte de hacerle creer al público que todo está improvisado. ¿Coincide?  Metilli: Sí. El stand-up es un texto minuciosamente escrito y el “engaño” consiste justamente en que el espectador crea que lo estás diciendo por primera vez. Ese es el gran desafío. Obviamente, en cada función, uno va encontrando cosas nuevas, porque el stand-up es con el público y siempre se termina de cocinar en el escenario. Es un ida y vuelta, un diálogo. Noticias: ¿Volvería a hacer un monólogo de stand up? Metilli: Creo que me costaría, porque hace mucho que no lo hago. No sabría muy bien qué escribir. Hoy, para mí, el stand-up pasa por lo que hago con las chicas. Noticias: ¿Cómo es pasar de una función de “Somos las chicas de la culpa” a otra de “Empieza con D…”?     Metilli: Para mí es natural, porque siempre hice stand-up y teatro. Me encantan ambas cosas y disfruto de esa versatilidad. Noticias:¿Cuán importante es el humor en su relación con Agustín? Metilli: Es fundamental, como individuos y como pareja. No lo buscamos, simplemente lo tenemos. Es una forma de vida, lo que no significa que estemos haciendo chistes todo el día. Noticias: Siempre habla de sus perros. ¿Por qué? Metilli: Porque para mí, la vida sin un perro es un desperdicio, realmente no lo entiendo. Siempre tuve perros, porque mis padres eran muy perreros. Salvo en mis primeros años en Buenos Aires, que se me complicó por falta de trabajo, pero era como que me faltaba algo. Es amor incondicional. Noticias: Semanas atrás falleció su mamá, la persona que más la apoyó en sus deseos de ser actriz. ¿Cómo afrontó sus compromisos laborales?     Metilli: Algunas funciones no pude hacerlas porque acababa de llegar de Tandil con todo ese bagaje. Pero volví rápido porque soy muy activa y me hace bien. Aunque si algún día no puedo, pienso respetármelo, porque en ambas obras todos fueron muy amorosos y hay mucha confianza como para decirlo. Aparte, yo no adhiero a la frase “el show debe continuar”. No, somos personas y esto es teatro, nadie va a morir porque se suspenda una función. Noticias: ¿Su madre llegó a verla en “Empieza con D…”? Metilli: No, ni en ésta ni en “Exit”, porque hacía un año que estaba enferma. Noticias: Su papá tampoco, ¿no? Metilli: Tampoco, porque hace varios años tuvo un ACV y hay cosas que no llega a escuchar o a comprender. Pero a su manera me acompaña. Noticias: ¿Él se quedó en Tandil? Metilli: Sí, en su casa, con cuidadoras. Las mismas que los cuidaban a los dos. Noticias: Los lunes, el único día que no tiene teatro, ¿seguirá yendo a Tandil? Metilli: Sí, totalmente. Lo hice mientras estaban ambos y seguirá siendo así.  por Sergio Nuñez Galería de imágenes En esta Nota
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