Ponerse en los zapatos de Mariana

0
2

Conocí
a
“Mariana”
por
casualidad.
Fue
en
San
Pablo
en
diciembre
del
2018.
Era
la
amiga
argentina
de
un
amigo
paulista.
De
a
poco,
empezó
a
darme
pistas
de
quién
había
sido.
Desde
ese
día,
se
sucedieron
encuentros
aquí
y
allá.
Largas
noches
en
las
que
Mariana
hablaba
sin
que
le
preguntara.
Siempre
terminaba
así:
“No

porqué
te
estoy
contando
esto
que
nunca
le
dije
a
nadie”.
Entrecortada,
en
portuñol,
dando
por
sentado,
Mariana
revisaba
su
pasado
como
Oficial
Montonera:
cuando
murió
su
marido
en
un
enfrentamiento,
cuando
tuvo
que
escapar
con
su
bebé,
cuando
fue
secuestrada-desaparecida,
cuando
se
salvó
porque
su
secuestrador
se
enamoró
de
ella
y
cuando,
finalmente,
tuvo
que
exiliarse
en
Brasil
para
siempre.
Así
podría
resumirse.
En
el
medio,
el
gris,
el
‘no
me
acuerdo’,
el
‘no
quiero
hablar
más’,
el
‘me
cansé’.
Así
seguimos,
hasta
que
en
abril
del
2022
me
propuso
que
escribiera
un
libro
sobre
su
vida
porque
su
hijo
quería
conocer
su
historia.
Enseguida
dije
que
sí.

Un
año
después,
Keka
Halvorsen
me
dio
la
idea
de
hacer
una
obra
de
teatro.
Al
día
siguiente,
(otra
casualidad)
me
encuentro
con
Dennis
Smith
y
le
cuento
lo
que
estoy
escribiendo.
‘¡La
quiero
hacer
yo!’
dijo
enseguida
y
le
puso
quinta
a
fondo
con
una
fuerza
irrefrenable.
Así
nos
subimos
al
barco
de
transformar
más
de
1.500
páginas
de
entrevistas
editadas
para
el
libro
(Desaparecida
dos
veces,
Seix
Barral,
noviembre
2025)
en
una
obra
de
teatro.
El
trabajo
de
Dennis
en
el
escenario
es
mágico:
no
encuentro
mejor
palabra
para
describirlo.
Dirige
y
actúa.
Es
el
hijo,
la
madre
y
el
padre
sin
necesidad
de
artificios
ni
fuegos
artificiales,
pasa
de
uno
a
otro
sin
dejar
dudas.
Desde
el
primer
momento
quiso
poner
la
obra
por
sobre
todo,
la
historia
por
delante
de
cualquier
ego
personal.

Contamos
la
vida
de
una
mujer
que
hizo
lo
que
pudo.
No
es
una
heroína.
Pero
tampoco
una
traidora.
La
dramaturgia
está
repleta
de
actos
heroicos
e
irreprochables
que
pocos
somos
capaces
de
cumplir.
Pero,
¿y
los
demás?
¿Los
que
se
las
arreglan
como
pueden,
no
merecen
ser
contados?
¿Solo
la
muerte
dignifica?
Esta
es
la
vida
de
una
mujer
que
militó
con
esperanza,
enviudó
con
un
bebé
y
no
tuvo
tiempo
de
llorar
porque
tenía
que
salvarse
y
salvar
a
su
hijo,
que
estuvo
desaparecida
y
que
afuera
la
esperaba
ese
niño
que
ya
había
perdido
a
su
papá.
También
la
esperaba
el
vacío.
El
fin.
Se
salvó.
Por
eso
¿merece
desconfianza?
¿Es
menos
militante
de
quienes
tuvieron
la
desgracia
de
morir?
Soñamos,
humildemente
que,
con
esta
obra,
y
a
casi
cincuenta
años
del
golpe
de
Estado
de
1976,
el
espectador
intente
ponerse
en
los
zapatos
de
Mariana
y
repiense
esa
época.
Nos
lo
demuestra
el
público
que
nos
espera
a
la
salida
para
contarnos
su
propia
historia
y
así,
entre
lágrimas
y
abrazos
volvemos
a
casa,
contentos
de
estar
haciendo
algo
que
nos
trasciende.

Esto
no
les
gusta
a
los
autoritarios

El
ejercicio
del
periodismo
profesional
y
crítico
es
un
pilar
fundamental
de
la
democracia.
Por
eso
molesta
a
quienes
creen
ser
los
dueños
de
la
verdad.

Desde
que
estrenamos
como
coproducción
del
Festival
Internacional
de
Buenos
Aires
en
octubre
del
2024
agotamos
todas
las
funciones.
Una
enorme
felicidad
porque
demuestra
que
no
estamos
solos.
No
dictamos
sentencias,
el
público
arma
su
propia
opinión.
La
obra
pasa
por
momentos
de
humor,
de
emoción,
de
canciones
que
llegan
al
alma
y
de
situaciones
donde
es
difícil
juzgar
y
aparecen
las
preguntas.

Nos
sentimos
bendecidos
por
el
público
y
por
los
periodistas
que
han
venido
a
verla,
no
esperábamos
tanto.
Soñamos
recorrer
lugares
donde
haya
otras
Marianas
y
Marianos
que,
como
nuestra
protagonista,
a
pesar
del
tiempo
y
los
kilómetros
que
los
separan
de
Argentina,
aún
hoy,
no
han
podido
sacarse
el
miedo
y
el
estigma
de
encima.
Porque,
aunque
la
obra
se
basa
en
hechos
reales,
los
nombres
propios
han
sido
cambiados
porque
Mariana
sigue
teniendo
miedo.
No
todas
nacimos
para
el
bronce.

*Periodista,
guionista,
dramaturga
y
coautora
de
Mi
vida
anterior.